Por David Wilkerson. Has escuchado acerca de la oración de fe. Yo creo que existe una imagen como de espejo de esta oración. Es una oración que esta basada en la carne. La llamo la oración de incredulidad.
El Señor sabe que no oramos lo suficiente. No lloramos ante él como debemos. Y tristemente, cuando muchos cristianos oran, su oración es una de incredulidad. Tal oración es totalmente inaceptable a Dios. De hecho, las Escrituras dicen que es pecaminoso ante sus ojos.
Quiero hacerte una pregunta. Alguna vez has escuchado al Señor decirte, “Deja de orar. ¿Levántate de tus rodillas?” Te ha mandado alguna vez su Espíritu, “Deja de llorar y sécate los ojos. ¿Por qué estas sobre tu rostro ante mí?”
Puede que no seas capaz de imaginarte a Dios alguna vez diciendo tales cosas. Pero el Señor le hablo estas mismas palabras a Moisés: “Entonces Jehová dijo a Moisés: –¿Por qué clamas a mí?” (Éxodo 14:15). El significado literal del hebreo de este verso es, “¿Por qué me estas gritando a mí? ¿Por qué ruegas tan alto a mis oídos?”
Me pregunto: ¿por qué Dios le diría esto a Moisés? Aquí estaba un hombre de oración y santo en la crisis de su vida. Los israelitas eran perseguidos por Faraón sin ningún escape visible. Ellos estaban rodeados por montañas a ambos lados, y ante ello estaba un mar impasible. Así que Moisés oró, él sabia que el destino de multitudes colgaba sobre sus palabras.
¿Qué hubieras hecho tú si estuvieras en el lugar de Moisés? Hasta este punto, él había seguido el llamado de Dios fielmente a cada paso. De hecho, él sabia que la presente crisis de Israel fue ordenada por Dios. Sin embargo, lo que sonaba en los oídos de Moisés eran los gritos de pánico de cientos de miles de gente: “¡Tú eres un asesino, Moisés! No había suficientes tumbas en Egipto para enterrarnos, así que nos trajiste al desierto a morir.”
La mayoría de los cristianos probablemente reaccionarían como lo hizo Moisés. Él buscó una loma aislada y se quedo solo con el Señor. Entonces el derramo su corazón en oración. Las palabras para “gritar” y “ruego alto” aquí nos dice que Moisés clamo desde lo mas profundo de su ser.
¿Alguna vez has estado en una crisis de confusión como la de Moisés? Piensa atrás a algún problema cuando creías que no había salida. Te aislaste con el Señor, en algún lugar donde nadie te podía escuchar; y te desahogaste con Dios. Gritaste, hasta derramar lo que tenias adentro. Lloraste hasta que no quedaban lágrimas.
Ahora bien, Dios es nuestro Padre amante. Él es conmovido por nuestro llanto cortante, y él contesta las oraciones de cada persona sincera. Él hasta nos anima a que clamemos a él en alta voz. Las Escrituras nos dicen que Jesús mismo “… ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas…” (Hebreos 5:7).
Puedo identificarme con esta clase de grito a toda voz. Recuerdo la agonía cuando nuestra hija Bonnie fue bombardeado con tratamientos de cobalto para cáncer. Ella tuvo que ser aislada en una habitación en el hospital por tres días. Solo sus médicos podían entrar, vistiendo escudos de plomo. Mi esposa, Gwen y yo tuvimos que esperar afuera. Todo lo que podíamos hacer era llorar por la situación de nuestra hija.
En cierto momento, salí del hospital y conduje por un camino aislado en el campo. Me detuve cerca de una siembra, salí de mi auto y le grite a Dios por tres horas. Grite a todo pulmón, “Primero, fue el cáncer de Gwen, luego el de nuestra hija Debbie. Ahora esta pegándole a Bonnie. ¿Dónde va a terminar, Dios?”
Yo sé que el Señor escuchó mis gritos. Y yo sé que él fue conmovido por mi dolor. Ves, me doy cuenta que esta bien que le gritemos. Él quiere escuchar nuestras agonías y compartir nuestras cargas. Pero esa oración no es aceptable a él cuando sale de incredulidad. Déjame explicar.
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Dios no estuvo a gusto cuando
Moisés lloró toda la noche.
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Cualquiera pensaría que Dios estaría complacido al escuchar las oraciones agonizantes de Moisés. El líder de Israel paso horas llorando, “¿Qué hago Señor? Esta situación es desesperante. ¿Qué esperas de mí aquí? Por favor, háblame, necesito tu ayuda.”
Hay un tiempo para llorar toda la noche y agonizar en oración. Pero cuando Dios escuchó a Moisés chillando, él le dijo, “Basta.” Las Escrituras no son explicitas acerca de lo que paso después. Pero en ese momento quizás Dios le dijo, “No tienes derecha a agonizar ante mí, Moisés. Tus gritos son una afrenta a mi fidelidad. Ya te di mi promesa solemne de libertarte. Y te di instrucciones específicas sobre lo que tienes que hacer. Ahora, deja de llorar.”
Así que Moisés hizo todas las maravillas ante Faraón, trayendo diez plagas sobre Egipto. Todo se había cumplido, como Dios había prometido. Ahora, mientras Moisés agonizaba en oración cerca del Mar Rojo, el Señor le recordó esto a él. Dios estaba diciendo, en esencia, “Este no es el tiempo de agonizar, Moisés. Es el tiempo de actuar.”
La Biblia nos dice que Moisés era un hombre manso y santo que había oído de Dios. Más evidentemente, Moisés también tenía una raíz de incredulidad en su corazón. Piénsalo; cuando Dios llamó a Moisés para que libertara a Israel, él prometió darle una voz que el pueblo escucharía: “Los ancianos de Israel te harán caso.” (Éxodo 3:18). Pero Moisés respondió con incredulidad: “¿Y qué hago si no me creen ni me hacen caso?” (4:1).
Así que Dios le prometió a Moisés aun más, “No te preocupes, yo estaré contigo. Vas a traer una gran liberación a mi pueblo.” Pero otra vez, Moisés respondió con incredulidad: “–¡Ay, Señor!… soy tardo en el habla y torpe de lengua.” (4:10). De hecho, Moisés acusó a Dios por no haberle dado una voz: “…nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes ni desde que tú hablas con tu siervo,…” (4:10). En resumen, Moisés estaba diciendo, “Manda a otro, Señor. Yo no doy la medida.”
Pienso en cuan necio era la incredulidad de Moisés. Por la poderosa Palabra de Dios, este hombre ya había hecho maravillas increíbles. Había convertido su vara en una serpiente. Y cuando él levantó la serpiente por la cola, otra vez se volvió en una vara. El también puso su mano en su chaqueta y la saco leprosa. Entonces la volvió a entrar y la saco sana y limpia.
Les pregunto: ¿que habla puede ser más elocuente o más poderosa que esta? Si yo veo a Moisés haciendo estas cosas, me importaría si fuera tartamudo. Yo estaría listo para escucharle. Tan solo su presencia pondría el temor de Dios en mí. ¿Por qué? Yo sabría que él tenía el poder de la demostración del Espíritu Santo. En el Nuevo Testamento, Pablo testifica que tenía ese poder. Él dijo que aunque su hablar era pobre, él hablaba con el poder del Espíritu Santo. Seguramente que esto era cierto de Moisés también.
Así que, en ese momento, “Entonces Jehová se enojó contra Moisés” (Éxodo 4:14). El significado completo aquí es, “Dios se enfureció contra Moisés.” El Señor no aceptaría ninguna humildad falsa de este hombre. ¿Por qué? Él sabía que tal hecho abortaría el llamado de Moisés. Él no iba a permitir que Moisés dijera, “No soy capaz,” o, “No soy inteligente,” o, “No tengo lo que se necesita para esto.”
Así que el Señor le contesto, “No, yo no escogeré a otro, Moisés. No buscare a alguien que sea más elocuente, o más educado, o que tiene todo bajo control. Debes confrontarlo – eres tu. Te escogí a ti y no tienes excusas.
“Conozco tus debilidades todo este tiempo. Vi tu falta de confianza, y que eres propenso a rebajarte en la forma que te comparas a los demás. Piensas que eres nada. Pero no vale la pena que trates de huir. Yo nunca permitiré que cambies los planes que hice para ti desde antes que nacieras. No estoy pidiendo mucho de ti. Todo lo que tienes que hacer es creer lo que he prometido y actuar. Confía que Jehová, Dios Todopoderoso, esta contigo. Mantén tus ojos en mi, no en tus debilidades.”
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Moisés predicó un gran mensaje
de fe cerca del Mar Rojo
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Moisés animó a Israel, “No temíais; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros;… Jehová peleara por vosotros, y vosotros estaréis tranquilos.” (Éxodo 14:13-14). Este sermón demuestra que Moisés sabía lo que Dios haría. Sin embargo, inmediatamente después de predicarlo, Moisés echó atrás en incredulidad. Fue entonces cuando el se aisló con Dios y lloro a toda voz. No era que él pensaba que el Señor le fallaría a Israel. No, Moisés temía que él fracasaría en su propio llamado. Quizás él tenía temor de cometer un error, o de desagradar a Dios, o no tener suficiente fe. Así que se encogió atemorizado.
Recuerda que este mismo Moisés se convirtió en un campeón de oración. Él experimentaría intimidad cara a cara con Dios, como nadie en la historia. Él hablaría con Dios por cuarenta días a la vez, saliendo con el rostro sobrenaturalmente resplandeciente. Pero antes que todo eso sucediera, Dios tenia que enseñarle a Moisés cuando orar y cuando actuar. Él tenía que aprender cuando era tiempo de llorar y cuando era tiempo de simplemente obedecer.
Ahora, aquí en el Mar Rojo, era pura incredulidad que Moisés orara. ¿Por qué? Dios ya le había dicho que extendiera su vara y que el fielmente abriría las aguas: “…Di a los hijos de Israel que marchen. Y tu alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo,…” (14:15-16).
Permíteme recordarte que Moisés no recibió esta palabra mientras chillaba en oración. Dios se lo había dicho mucho tiempo antes, mientras el aun era un pastor de ovejas: “Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano;…” (Éxodo 4:21). Por eso es que el Señor le dice ahora, “Deja de llorar. No hay razón para que llores toda la noche. Ya te había mandado a tomar autoridad espiritual sobre esta crisis. ¡Ahora, ponte de pies y hazlo! Yo te prometí que quebraría la crisis ante ti. Así que camina hacia delante en fe. En unas cuantas horas estarás danzando con gozo.
Cuando enfrentamos nuestras crisis, nos podemos convencer, “La oración es la cosa más importante que puedo hacer ahora mismo.” Pero llega un tiempo cuando Dios te llama a actuar, a obedecer tu Palabra en fe. En ese tiempo, el no permitirá que retrocedamos al desierto a orar. Eso seria desobediencia; y cualquier oración seria ofrecida en incredulidad.
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Josué pasó un día entero
llorando y agonizando en
oración en vano.
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En Josué 7, encontramos a la nación de Israel entera gimiendo en oración. El pueblo de Hai los acababa de derrotar y ponerlos a huir. Así que Josué declaró una reunión de oración por todo un día, y el pueblo se reunió ante el propiciatorio de Dios para buscar su rostro.
Si hubieras entrado al campamento de Israel ese día, pensarías que estabas en un gran avivamiento. Todos estaban gimiendo y en duelo. Los hombres estaban sobre sus rostros, desgarrando sus ropas y tirando tierra al aire. Las mujeres cubrían sus rostros con sus manos, gimiendo profusamente. Y Josué y los ancianos estaban postrados, abrumados por la tristeza.
Pero esta no era una reunión de arrepentimiento, y tampoco era un avivamiento de la presencia de Dios entre ellos. La verdad es que Dios esta enojado con todo el asunto: “…y la ira de Jehová se encendió contra los hijos de Israel.” (Josué 7:1). ¿Por qué? Era una reunión “culpa a Dios.” El pueblo gritaba, “Señor, ¿por qué no nos llevamos la victoria? Tú pudiste hacer acto de presencia y derrotar al enemigo, pero no lo hiciste. ¿Dónde estaba la ayuda que prometiste? Nos abandonaste a nuestras propias habilidades y permitiste que el enemigo nos destruyera. ¿Dónde estaba tu pacto cuando lo necesitábamos?”
La derrota por Hai había dejado a Josué totalmente desconcertado. Los israelitas hacia poco habían regresado de una gran victoria sobre el poderoso Jericó. Sin embargo, ahora ellos fueron derrotados por este enemigo pequeño e insignificante. Él no lo podía comprender. Él oró, “Señor, ¿por qué sucedió esto? Tu santo nombre esta en juego. Tu reputación como libertador será reprochada.”
La oración de Josué suena espiritual. Él parecía celoso acerca de cómo Dios era representado. Sin embargo leemos, “Y Jehová dijo a Josué: Levántate, ¿por qué te postras así sobre tu rostro?” (Josué 7:10). Dios paró la reunión en seco. Él declaró, “Israel ha pecado, y han quebrantado mi pacto, que yo les mande;…” (7:11).
El significado implícito es, “Puedes orar toda la noche y todo el día. Pero hasta que tu trates con tu pecado, seguirás cayendo ante tus enemigos.” ¿Cómo pecó Israel? Las Escrituras explican, “Pero los hijos de Israel cometieron una prevariación… porque Acán…tomo del anatema; y la ira de Jehová se encendió…” (7:1). Acán desobedeció la clara Palabra de Dios. Y ahora el Señor le dijo a Israel, “Levántate de tus rodillas. No escuchare tu oración hasta que quites la cosa maldecida de tus medios.”
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Permíteme aclarar lo que es
la oración de incredulidad.
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La oración de incredulidad sólo toma en cuenta la bondad de Dios. Ignora la severidad de sus juicios santos. Pablo escribe, “Mira, pues, la bondad y la severidad de Dios;” (Romanos 11:22). El apóstol menciona a propósito la bondad y severidad de Dios en un mismo suspiro. Él esta diciendo que uno no puede separarse del otro.
En el Antiguo Testamento, Isaías lo declaro de esta manera: “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír. Porque vuestras manos están contaminadas de sangre,…” (Isaías 59:1-3).
Amados, Dios no cambio entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Él es un Dios de amor y misericordia, como señala Isaías. Pero él aun odia el pecado también, porque él es santo y justo. Por eso él le dijo a Israel, “No te puedo escuchar a causa de tu pecado.”
Lo mismo se aplica a muchos cristianos hoy en día. Tales creyentes una vez oraban hora tras hora. A veces se quedaban despiertos toda la noche, gimiendo con grandes lagrimas. Todavía a pesar de sus esfuerzos, Dios nunca escuchó sus oraciones. ¿Por qué? Considera las palabras del Salmista:
“A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escucho Dios; Atendió a la voz de mí suplica. Bendito sea Dios, Que no echo de si mi oración,” (Salmo 66:17-20).
El Salmista esta diciendo, “Vi que había iniquidad en mi corazón. Y me negué a vivir con ella. Así que me acerque al Señor para ser limpiado. Entonces él escuchó mi oración. Pero si yo hubiese mantenido mi pecado, Dios no habría escuchado mi clamor.”
Te pregunto: ¿puede un cristiano que es infiel a su cónyuge esperar que Dios conteste sus oraciones? ¿Si un creyente esta viviendo en adulterio, escuchara Dios su intercesión por su familia, su trabajo y su dirección?
El profeta Malaquías dice que no. Él le dijo a Israel, “Y esta otra vez haréis cubrir el altar de Jehová de lágrimas, de llanto, y de clamor; así que no mirare mas a la ofrenda, para aceptarla con gusto de vuestra mano. Más diréis, ¿por qué? Porque Jehová ha atestiguado entre tu y la mujer de tu juventud, contra la cual has sido desleal, siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.” (Malaquías 2:13-14). Malaquías estaba diciendo, “Me preguntas como tus oraciones pueden cansar a Dios. La razón es clara. Tú sigues pecando contra tu cónyuge. Y tienes el atrevimiento de creer que Dios aun se deleita en ti.”
Si esto te describe a ti, Malaquías ofrece un aviso: “Estas tomando tu pecado a la ligera. Y mientras más te quedes en él, será más fácil para ti aceptarlo. Ya estas convencido que eres más espiritual con tu amante que con tu cónyuge. ¡No! Has perdido el temor de Dios. Estas llamando lo malo bueno y estas volviendo la oscuridad en luz. El Señor no escuchara una palabra que ores.”
Pedro ofrece el mismo aviso a los esposos que tratan mal a sus esposas: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y vuestras oraciones no tengan estorbo.” (1 Pedro 3:7).
La palabra para estorbo en este versículo significa cortar. Pedro esta diciendo, en esencia, “No puedes maltratar a tu cónyuge toda la semana, entonces ir a la iglesia esperando que Dios escuche tus oraciones. Tal comportamiento no es de Cristo; es del diablo. Sin embargo, no crees que Dios te juzgara por esto. Te digo, tus oraciones han sido cortadas del cielo.”
Cuando las Escrituras dicen, “Esta seguro que tu pecado te descubrirá,” se refiere a mas exposición publica. Esto incluye a cada área de tu vida, incluyendo la oración. Dios volverá oídos sordos a tus palabras; y tu compañerismo con él será cortado.
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Tu puedes objetar, “Eso es enseñanza del Antiguo
Testamento. No es aplicable bajo el pacto de gracia.”
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Jesús desaprueba de esto. Él dice que el Padre exige rectitud bajo el Nuevo Pacto tanto como en el Antiguo: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonara también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonara vuestras ofensas.” (Mateo 6:14-15).
No importa cuan santo pienses que eres. Puedes creer que estas infundido con la rectitud de Cristo. Puedes testificar que eres justificado por su sangra, salvo por fe, y santificado por el Espíritu Santo. Puedes orar por horas, estudiar las Escrituras diariamente, ministrar al pobre, predicar con fuego, y hasta hacer milagros de fe. Pero si no has perdonado el pecado de alguien contra ti, estas perdiendo tu energía. Dios no escuchara una sola palabra que ores. De hecho, él retiene su propio perdón de ti.
¿Estas enojado con alguien? ¿Tienes un familiar con el cual te niegas a hablar? ¿Piensas constantemente que cierta persona es necia? Jesús declara, “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano,, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedara expuesto al infierno de fuego.
Por tanto, si traes tu ofenda al altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y andad, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.” (Mateo 5:22-24). Cristo esta diciendo, “Puedes olvidarte de ayunar y llorar. Tu oración no será escuchada. Primero, ve y arregla las cosas con tu hermano o hermana. Entonces regresa al altar.”
Un piadoso pastor vino a mí recientemente, frustrado porque estaba tratando de reconciliar a dos ministros. Los dos hombres eran enemigos por años. Uno había demando al otro y había ganado un juicio multimillonario. Después de eso, escupían amargura uno hacia el otro. Pero recientemente, ambos buscaban reconciliarse. “Están listos para hablar,” me dijo el pastor. “Pero hay un problema. La esposa del predicador que perdió la demanda se niega a perdonar al otro ministro. Ella jura que jamás volverá a hablarle.”
Esta mujer esta oponiéndose directamente a la obra de Dios. Y la tragedia que ella esta ocasionando es doble: ella no tan solo esta estorbando la reconciliación, sino que también se esta cortando de Dios. El no escucha sus oraciones. Y el no se reconciliara con ella hasta que ella se arrepienta.
Yo creo que el Señor esta especialmente airado contra aquellos que guardan prejuicios raciales. Dios ayude al hombre o la mujer que adora junto a una persona de otra raza mientras guarda prejuicios profundos. Y, ay de aquel creyente si participa en chistes étnicos. El Señor se convertirá en su enemigo; y sus oraciones serán una abominación a los ojos de Dios.
Quizás no podamos servir en un ministerio de reconciliación, pero Dios nos llama a mirar el prejuicio en nuestros corazones. Quizás creciste con cierta antipatía hacia algunas figuras políticas, sean estas blancas o negras. Quizás te criaste en un hogar con prejuicios, sean blancos o negros. O peor, asististe a una iglesia que enseñaba racismo. Puede que no puedas disculparte ante una comunidad entera contra la cual tuviste prejuicios. Pero si conoces a un creyente de una raza diferente, puedes ir donde esa persona y decir, “Quiero decirte ante el Señor, lo siento.”
He hablado acerca de la oración de incredulidad. Ahora permíteme darte un ejemplo de la oración de fe. En Daniel 9:13, Daniel le dice a Israel porque sus oraciones no fueron contestadas por setenta años: “… todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para convertirnos de nuestras maldades y entender tu verdad.”
Las oraciones de Israel fueron entorpecidas por décadas por el pecado. Daniel estaba diciendo, “Ahora veo porque Dios no nos escuchaba. Es porque nos negamos a tratar con el pecado. No hicimos nuestra iniquidad un asunto de oración. Nos costo el favor y la bendición de Dios.”
Así que Daniel hizo esta oración de fe: “Y volví mi rostro a Dios el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, cilicio y ceniza. Y ore a Jehová mi Dios e hice confesión diciendo: Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas.” (9:3-5).
Antes que Daniel terminara de orar, Dios le envió el ángel Gabriel: “Aun estaba hablando y orando, y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, … cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.” (9:20-21).
Daniel fue tocado por Dios mismo. E inmediatamente, Israel estaba nuevamente en pacto con el Señor. Te pregunto, ¿por qué la oración de este hombre fue contestada tan rápido? Es porque fue una verdadera oración de fue. En resumen, Daniel creyó que Dios juzga el pecado como también muestra misericordia.
El Señor esta listo para contestar cada oración tuya hoy. Él quiere bendecirte como nunca antes. Pero tienes que creer su Palabra plenamente para aceptar lo que él dice acerca del pecado. Pregúntale si hay alguna iniquidad que pueda estar estorbando tus oraciones. Entonces confronta tu pecado. Arregla las cosas con tu hermano o hermana. Entonces sabrás que Dios esta escuchando tus oraciones. Y él vendrá a ti rápidamente.
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