LA ULTIMA PRUEBA DE LA TIERRA

Por Ray C. Stedman.
El libro de Apocalipsis examina la solución que tiene Dios para la crisis de la historia y la manera cómo conseguirá la paz y la bendición mundial durante tantísimo tiempo prometidas. ¡Después de siglos enteros de esperar pacientemente y de soportar la arrogancia de aquellos que creen que el poder les concede todos los derechos, de odio, de codicia y de derramamiento de sangre que durante tantísimo tiempo ha caracterizado a nuestro mundo,

Dios dice que llegará un momento en que pondrá fin a toda esta espantosa situación! Eugene Peterson, con su gran don de elocuencia, lo ha expresado de la siguiente manera: «sin duda, después de todos estos siglos va siendo hora de….poner en evidencia a los perpetradores de estas crueldades y borrarles la sonrisa de sus rostros mediante un juicio de una vez para siempre. Será el momento en que por fin tendrá resultado el clamor de los oprimidos de todos los tiempos: «¿Hasta cuándo, oh Señor, hasta cuándo?

Encontraremos la serie final de juicios de Dios en los capítulos 15 y 16. ¡No sé lo que sentirá usted, pero yo siento un verdadero alivio al encontrarme con algo mucho más importante que la gran crisis del broccoli, que ha ocupado en estos últimos días al Washington oficial! Antes hemos cantado: «Levantaos, oh hombres de Dios, dejad a un lado las cosas de menos importancia. Esto me parece más apropiado, puesto que el discutir los méritos del broccoli dificilmente puede ser hoy un tema de importancia mundial. El derramamiento de las siete copas de la ira de Dios es la tercera de una serie de siete, que ha formado la estructura de este libro y que se nos presenta con una gran señal que contempla Juan en el cielo:

«Vi otra señal en el cielo, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete últimas plagas, con las cuales la ira de Dios es consumada. Vi algo como un mar de vidrio mezclado con fuego y a los vencedores sobre la bestia y su imagen y el número de su nombre. Estaban de pie sobre el mar de vidrio, teniendo las arpas de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:»

Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones. Oh Señor, ¿quién no temerá y glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti; porque tus juicios han sido manifestados.

Lo primero en lo que hemos de fijarnos es la promesa que hace Dios, diciendo que esta es la última de una serie de juicios. Hemos llegado a un momento crucial en la historia, al encontrarnos con las siete copas de la ira de Dios, que comenzará entonces a establecer su reino sobre la tierra.

En esta escena Juan describe a un enorme ejército de mártires, a hombres y mujeres que han entregado sus vidas por causa del anticristo, la bestia del capítulo 13, y ahora les vemos en pie, ante un mar de cristal (no junto a él, como dice la versión inglesa NIV). La primera vez que nos encontramos con este mar de cristal fue en el capítulo 4, y entendimos que era un símbolo del Espíritu de santidad, especialmente de una santidad justa, que el Espíritu imparte a aquellos que vienen a Cristo y que es la única base sobre la cual el hombre puede aparecer ante la presencia de Dios. No nos atreveríamos a colocarnos ante su santa presencia si no disfrutásemos de la santidad que nos ha sido dada y que se describe aquí como «mezclado con fuego debido a que es una santidad que se manifiesta en medio de la persecución.

Se dice que estos mártires son «vencedores sobre la bestia y me encanta la manera de expresarlo. ¡Al contemplar esta escena del martirio y del juicio da la impresión de que al marcharse de esta tierra estas personas son perdedoras, pero al llegar al cielo son vencedoras! Es una maravillosa revelación sobre el hecho de que Dios hace las cosas de una manera totalmente diferente a cómo las hace el hombre, que vive bajo el engaño de que lo que ve que está pasando es, de hecho, tal y como él considera que son las cosas, pero no es realmente así. ¡El anticristo se cree que se está librando de sus enemigos aquí abajo, pero lo que está haciendo en realidad es ofreciendo un transporte público de ida y vuelta al cielo! No es más que un ascensorista al servicio de Dios, que lleva a un gran número de personas a la gloria y no es consciente de que Dios le está usando para aquellos propósitos que él ha ordenado.

Este ejército de mártires canta dos cánticos, el cántico de Moisés (que podemos leer en el capítulo 15 de Exodo, que entonaron los israelitas al salir de Egipto y cruzar el Mar Rojo), y el cántico que acabamos de leer juntos, el Cántico del Cordero aquí en Apocalipsis 15. Estos cánticos son los primeros y los últimos cánticos descritos de este modo en las Escrituras, y ambos son una descripción de cómo el pueblo de Dios es liberado por el poder divino, basándose en la sangre de la redención. Cuando Moisés y los israelitas cantaron este Cántico de Moisés estaban pensando en la sangre del Cordero, que tuvieron que untar sobre los dinteles de los quicios de las puertas para estar a salvo del Angel de la Muerte que pasaba por la tierra de Egipto. En este caso, los mártires están adorando a Dios y honrándole por el poder divino que les ha librado de la ira del anticristo, gracias a la sangre de la redención, derramada por el Cordero de Dios.

¡Lo asombroso de este Cántico del Cordero es que no hay ni una sola palabra acerca de sus propios logros! Ni siquiera dicen: «Oh Señor, qué fieles te hemos sido! ¡Cómo hemos guardado tu Palabra! ¡Con qué perseverancia hemos soportado! Los únicos pronombres que se usan son «tuyo y «tú: «grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de las naciones. Oh Señor, ¿quién no temerá y glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti; porque tus juicios han sido manifestados. Cuando se encuentre usted ante la presencia de Dios pensará que usted mismo no ha hecho nada, sencillamente se sentirá tan agradecido que no tendrá palabra para expresar esa gratitud por lo que Dios ha hecho por usted.

Desde el versículo 5 hasta el final de este capítulo tan corto, los siete ángeles siguen adelante con el juicio final.

«Después de esto miré, y el santuario del tabernáculo del testimonio fue abierto en el cielo; y del santuario salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas. Estaban vestidos de lino limpio y resplandeciente, ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro. Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro, llenas de la ira de Dios quien vive por los siglos de los siglos. El templo se llenó de humo por la gloria de Dios y por su poder, y nadie podía entrar en el templo hasta que fuesen consumadas las siete plagas de los siete ángeles.»

Esta es una escena impresionante, muy parecida a la que describe Isaías en su capítulo 6, en el que afirma: «En el año que murió el rey Uzías, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. El uno proclamaba al otro diciendo: –¡Santo, santo, santo es Jehová de los Ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria! Los umbrales de las puertas se estremecieron con la voz del que proclamaba, y el templo se llenó de humo. Resulta un espectáculo imponente. En este caso también Juan ve abrirse el gran templo del cielo y a los siete ángeles salir en fila del lugar santísimo, llevando las siete copas de la ira de Dios.

Se nos dice que este humo simboliza la poderosa gloria de Dios, que es «el humo de la gloria de Dios y su poder. Me preguntaba al leerlo si ese es el origen de la expresión (en Estados Unidos) «holy smoke es decir, humo santo. Sea como fuere, el caso es que llena el gran templo, de manera que nadie puede entrar en él hasta que no se haya completado la labor de los ángeles, cosa que es una vez más simbólica. Pero ¿qué significa? ¡Me temo que lo que quiere decir es que es demasiado tarde para orar! Podemos llegar a la presencia de Dios en su templo por medio de la fe y de la oración, pero aquí eso se ha hecho imposible porque ha llegado el momento en que a los hombres ya no les queda tiempo para arrepentirse. Cuando comienza esta escena del juicio es demasiado tarde para orar.

En el capítulo 16 los siete ángeles derraman las copas en rápida sucesión. Es un tiempo espantoso de juicio, el período más intenso de la tribulación que jamás ha presenciado el mundo. Es lo que llaman varios de los profetas del Antiguo Testamento «el día grande y terrible del Señor. Es a lo que se refirió Jesús en su discurso del Monte de los Olivos, en Mateo 24, cuando dijo: «si aquellos días no fuesen acortados, no se salvaría nadie. ¡Ni una sola persona! Sería destruida toda la población del mundo. Es un período breve e intenso, que tendrá lugar al final de los 3 años y medio de la Gran Tribulación. Al examinar este pasaje, se dará usted cuenta de que abarca los mismos aspectos del juicio que los de las trompetas. En otras palabras, es una intensificación del juicio de las trompetas, que ya hemos examinado.

Examinémoslo rápidamente.

«Entonces oí una gran voz que desde el templo decía a los siete ángeles: Id y derramad las siete copas de la ira de Dios sobre la tierra., Fue el primer ángel y derramó su copa sobre la tierra. Y se produjo una llaga dolorosa y maligna sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y los que adoraban su imagen.»

Al igual que sucede en el caso de los juicios de las trompetas, estas plagas son al mismo tiempo literales y simbólicas. Suceden, de hecho, tal y como se describen, pero al mismo tiempo poseen un significado oculto y revelan algo que, de lo contrario, sería desconocido. La tierra sobre la cual se derrama la primera copa, como ya hemos visto, representa a Israel y habrá un juicio en dicha tierra. Nos enseña que este juicio recae sobre los judíos apóstatas que siguen a la bestia, que se han dejado engañar por sus mentiras y su propaganda y que le han aceptado como el Mesías. El juicio aparece en forma de llagas, dolorosas y desagradables furúnculos que se extienden por todo el cuerpo. Durante un tiempo, cuando era joven, tuve una serie de furúnculos en mi cuerpo y recuerdo lo terriblemente dolorosos y desagradables que eran y estas heridas aparecen de repente y sin causa aparente. Estamos viendo presagios de ese día, por ejemplo, bajo la plaga del SIDA, algo que ha aparecido de repente en nuestro mundo. Nadie había oído acerca de esta enfermedad con anterioridad y apareció de repente. Estas son formas del juicio de Dios, que nos han sido enviadas para enseñarnos a mirarnos a nosotros mismos y a lo que está pasando en la sociedad. Muestran una terrible corrupción interior, que produce el tormento mental y causa estados mentales negativos que producen la destrucción de la vida. Esa es, sin duda, la imagen que nos encontramos aquí. A continuación se describe la próxima plaga:

«El segundo ángel derramó su copa sobre el mar. Y se convirtió en sangre como de muerto. Y murió todo ser viviente que estaba en el mar. Como ya hemos visto con anterioridad, el mar representa a las naciones gentiles, especialmente las que se encuentran alrededor del Mar Mediterráneo, dentro del antiguo Imperio Romano y el mar se vuelve literalmente rojo sangre. Ya hemos visto presagios de este fenómeno, al que llaman los científicos «marea roja, que aparece ocasionalmente en el Caribe y en otros mares protegidos por masas de tierra. Un microorganismo aumenta de repente y vuelve el agua de color rojo sangre, y muere toda la vida que se encuentra en la región y eso es lo que se describe aquí. Puede que no suceda en todos los océanos de la tierra, pues creo que haría la vida insostenible en la tierra. Es probable que se refiera al Mar Mediterráneo, pero si un vertido de petróleo, como el de Alaska, produce un caos como el que produce, ¿qué pasará cuando todo el Mediterráneo sea víctima de esta marea roja?»

Entonces entra en acción el tercer ángel:

«El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre. Oí al ángel de las aguas decir:

Justo eres tú que eres y que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas. Porque ellos derramaron la sangre de los santos y los profetas, tú también les has dado a beber sangre, pues se lo merecen.»

Y oí al altar decir: ¡Ciertamente, oh Señor, Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos!

Este juicio afecta a los ríos y a los manantiales de aguas, como vimos en el caso del de las trompetas. Los ríos están contaminados por el mismo fenómeno que el de la marea roja, que hace que resulte imposible beber el agua. Esto también está posiblemente dentro de los límites del mundo romano. Simbólicamente, nos habla acerca de la contaminación de las fuentes de la sabiduría y la renovación de la sociedad, es decir, los dirigentes del pensamiento, los políticos, los filósofos, los científicos, los que tuercen las mentes en esa época. Ellos son aquellos a los que acuden el pueblo para renovar sus ideas y hallar liderazgo en su filosofía. Sus mentes acaban poseídas por ideas equivocadas y filosofías falsas, concretamente, por la idea de que el hombre es su propio Dios y capaz de responsabilizarse de todo en su vida.

Juan oye al ángel afirmar que el juicio de Dios es justo y verdadero y se basa en un principio que oímos citar con frecuencia en la actualidad: «¡Donde las dan las toman! Lo que nosotros hagamos a otros nos sucederá también a nosotros algún día. Aquellas personas habían derramado la sangre de los profetas y de los santos de Dios y, por lo tanto, Dios permite que tengan que beber sangre. Esto es una imagen de algo que vemos con frecuencia en nuestro tiempo. Debemos de sufrir a causa de aquellas cosas que perseguimos y que deseamos con desesperación. Hasta el altar, un símbolo del sacrificio sustituto, es decir, que otro muera en nuestro lugar, afirma que esto es justo. El altar simboliza el tema de la redención. Si se rechaza y la redención lograda no se recibe, el altar dice que es justo que uno mismo sufra las consecuencias.

«El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol y le fue dado quemar a los hombres con fuego. Los hombres fueron quemados con el intenso calor y blasfemaron el nombre de Dios que tiene autoridad sobre estas plagas. pero no se arrepintieron para darle gloria.»

Durante un corto tiempo aumenta de repente el calor del sol. Los científicos están muy familiarizados con este fenómeno porque de vez en cuando surgen de la superficie del sol grandes destellos de fuego, causando estragos con el magnetismo de la tierra, afectando a las ondas de radio, etc. etc. y esto es algo que hemos sabido durante mucho tiempo. Aparentemente en este caso es un destello del sol, enormemente aumentado, lo que produce el intenso calor sobre la tierra y las personas se sienten angustiadas y sufren como resultado de ello. Y, como sugiere el relato, ven que procede de Dios. Ningún hombre controla el sol y ningún científico se puede acercar a él ni hacer nada al respecto. El sol, ese astro fulgurante que ilumina nuestro sistema solar y que calienta nuestros cuerpos, es demasiado intenso para que el hombre intente manipularlo. Es Dios el que lo hace y los hombres lo saben, a pesar de lo cual siguen sin arrepentirse. La terrible insensatez de la incredulidad, de rechazar la gracia de Dios, hace que se pierda gradualmente la capacidad para arrepentirse, llegando por fin a un estado de dureza de corazón, que ya no puede reaccionar o responder frente a lo que está haciendo Dios. ¡Es demasiado tarde para orar!

Ahora aparece el quinto ángel:

«El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino fue convertido en tinieblas. Se mordían las lenguas de dolor y blasfemaron al Dios del cielo por sus dolores y sus llagas, pero no se arrepintieron de sus obras.»

Se afirma que este juicio se limita al «reino de la bestia, es decir, el Imperio Romano revivido o Europa occidental. Describe una gran extensión de la tierra que se verá repentina e inexplicablemente envuelta en tinieblas. Una vez más, no es la primera vez que ha sucedido un fenómeno así. Ha habido varias ocasiones en las que una oscuridad inexplicable ha cubierto una parte de la tierra. El 19 de Mayo de 1780 todos los estados de Nueva Inglaterra se vieron cubiertos por esta clase de tinieblas. El Presidente Kennedy se refirió a este hecho en uno de sus discursos, que se conoce como «El Día Oscuro durante el cual toda Nueva Inglaterra estuvo sumida durante varias horas en la más profunda oscuridad y todavía nadie ha podido explicar cómo sucedió. Puede que se trate del mismo fenómeno que tuvo lugar durante la crucifixión de Jesús, cuando las tinieblas cubrieron la tierra durante tres horas y eso no fue un eclipse de sol. Si su versión de la Biblia lo dice, eso es una equivocación. Es una oscuridad que no tiene explicación, que simboliza el que la luz moral desaparecerá, es decir, la luz de Dios y se perderá cualquier sentido de la verdad y de la justicia o incluso del propio Dios. Esto es un anuncio de la terrible «oscuridad exterior que será el destino, según nos dice Jesús, de los que viven sin arrepentirse.

El sexto ángel sigue rápidamente:

«El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates y sus aguas se secaron para que fuese preparado el camino de los reyes del Oriente. Vi salir de la boca del dragón y de la boca del falso profeta, tres espíritus impuros semejantes a ranas. Pues son espíritus de demonios que hacen señales, los cuales salen a los reyes de todo el mundo habitado para congregarlos para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.»

De repente hay una interpolación. Parece que sale una voz del cielo mismo y es la voz de Jesús que dice: «He aquí yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos para que no ande desnudo y vean su vergüenza.

El relato vuelve entonces a la sexta copa:

«Y los congregó en el lugar que se llama en hebreo Armagedón.»

Supongo que habrá oído usted hablar de Armagedón ¿no es así? Este juicio afecta al río Eufrates, que fue mencionado también en el juicio de las trompetas, que se seca a fin de preparar el camino para los reyes procedentes del Este, es decir, los ejércitos de las naciones orientales, como la India, China, Japón, etc. etc. Uno de los fenómenos de nuestro tiempo es el aumento de poder que han conseguido estas naciones en estos últimos años, convirtiéndose en grandes fuerzas militares y económicas. El resurgimiento de Japón de entre la confusión en solo 40 años es una de las recuperaciones más asombrosas, de las que ha dejado constancia la historia. Japón se ha convertido en una potencia económica mundial y China no se ha quedado demasiado atrás. Todo esto es, sin duda, en preparación para el día del juicio, que habrá de tener lugar al final de esta era. Rudyard Kipling, el poeta inglés, se anticipa a esto en una cita que habrá escuchado usted con frecuencia. Se dice que dijo:

El este es el este y el oeste es el oeste,

y nunca los dos se unirán.

Pero esa no es la cita completa. La acabamos ahí como si los dos nunca se tocasen, pero la cita completa dice:

El este es el este y el oeste es el oeste,

y nunca los dos se unirán,

hasta que la tierra y el cielo se encuentren

pronto ante el gran trono del juicio de Dios.

De modo que llegará un momento en que el occidente y el oriente se reúnan ¡y será en la batalla de Armagedón!

Aquí se nos ofrece discernimiento en cuanto a la manera en que son manipuladas las naciones por fuerzan invisibles y que no son conscientes de que están siendo obligadas a hacer ciertas cosas. Aparecen tres espíritus impuros, como ranas, que salen de la trinidad satánica, el gran dragón rojo, la bestia escarlata y el falso profeta, que engañan a las naciones realizando milagros y mediante trucos les hacen comenzar la III Guerra Mundial. Es un tiempo terrible cuando las naciones del mundo entero lanzan sus misiles nucleares, que han estado reservando hasta entonces. Ese es el momento en el que, como vimos en el capítulo 9, los ejércitos formados por 200.000.000 se reúnen en Palestina para hacer la guerra, primero unos con otros y después, en un último combate desesperado, ¡con el Cordero de Dios mismo!

Como hemos visto con anterioridad en estas series, existe siempre un paréntesis entre la sexta y la séptima serie. En este caso el paréntesis solo es de un versículo, el 15, en el que Jesús habla y dice: «He aquí, yo vengo como ladrón. Esa referencia al hecho de aparecer como un ladrón nos recuerda las palabras de Pablo a los Tesalonicenses, en el capítulo 5 de su primera epístola:

«Pero acerca de los tiempos y de las ocasiones, hermanos, no tenéis necesidad de que os escriba. Porque vosotros mismos sabéis perfectamente bien que el día del Señor vendrá como ladrón de noche. Cuando digan: «Paz y seguridad entonces vendrá la destrucción de repente sobre ellos, como vienen los dolores sobre la mujer que da a luz; y de ninguna manera escaparán.»

Estas palabras parecen referirse a la escena que hemos relatado aquí. El Señor Jesús vino a recoger a su iglesia al principio de este período de siete años y él y la iglesia permanecen, invisibles, tras el escenario, pero de repente aparecerá Jesús. El propósito de la venida de Jesús, tal y como se anuncia aquí, es dejar al descubierto a los hombres, quitándoles sus vestiduras de hipocresía, tras las cuales se han ocultado, durante todo este tiempo. Todos nosotros hemos sido testigos de cómo la hipocresía de los políticos y de otros dirigentes, incluso cristianos, ha quedado al descubierto. La obra de Dios es siempre la de deshacerse de las fachadas, permitir que las gentes nos vean tal y como somos, de modo que Jesús dice: «Bienaventurado el que vela y guarda sus vestidos para que no ande desnudo y vean su vergüenza. Las únicas prendas que nunca nos serán quitadas serán las de la justicia que Jesús mismo da y los que las tengan en aquel día serán realmente bendecidos.

De modo que leemos en el versículos 16: «Y los congregó (a los tres espíritus semejantes a ranas) en el lugar que se llama en hebreo Armagedón esa gran planicie de Asdralón, que se extiende desde el pie del monte de Megido en la parte norte de Israel. Cuando Napoleón contempló esta planicie dijo: «la verdad es que aquí se podrían reunir todos los ejércitos del mundo para batallar.

Ahora entra en acción el séptimo ángel:

«El séptimo ángel derramó su copa por el aire. Y salió una gran voz del santuario desde el trono que decía: ¡Está hecho!, Entonces se produjeron relámpagos y estruendos y truenos y hubo un gran terremoto. [Esto lo hemos visto en dos ocasiones con anterioridad: el sonido del Sinai que marca el fin de los juicios de Dios]. Tan fuerte fue ese terremoto como jamás había acontecido desde que el hombre existe sobre la tierra [La escala de Richter no se menciona aquí, pero debe de ser de alrededor de 11 ó 12 o incluso más]. La gran ciudad se dividió en tres partes y las ciudades de las naciones cayeron [La «gran ciudad es Jerusalén y el capítulo 11 nos lo revela así]. Y la gran Babilonia fue recordada delante de Dios, para darle a ella de la copa del vino del furor de su ira. Toda isla huyó y las montañas no fueron halladas más. Y de los cielos cayó sobre los hombres enorme granizo como de un talento de peso. Y los hombres blasfemaron a Dios por la plaga del granizo, porque la plaga era grande en extremo.»

Esta terrible escena es la primera en caer, se nos dice, sobre la atmósfera y el aire. Puede que recuerden ustedes que en Efesios 2, el apóstol Pablo llama a Satanás «el príncipe de la potestad del aire. Es posible que este juicio describa una guerra nuclear, que produzca enormes nubes de radiación sobre la tierra, de modo que el aire resulta literalmente envenenado. Vimos algo por el estilo cuando se produjo el desastre nuclear de Chernobyl en Rusia, que envenenó el ambiente en una gran extensión del país.

Dios reacciona a todo ello con el mayor terremoto que el mundo ha conocido jamás. Jerusalén queda dividida en tres partes a causa de este movimiento de la tierra. También podemos leer una descripción sobre ello en el capítulo 14 de Zacarías, en el que el profeta nos dice que el Monte de los Olivos se partirá por la mitad y una parte de él se moverá hacia el norte y la otra hacia el sur y entre medias se creará un enorme valle. Basándonos en otros pasajes de las escrituras, nos enteramos de que la topografía de toda la tierra de Israel quedará alterada. En este momento Dios juzga además a Babilonia la Grande, la ciudad que representa a la falsa iglesia y este gran juicio lo veremos en los dos próximos capítulos.

Este terremoto va además acompañado de una terrible tormenta de granizo con piedras de granizo que pesarán unos cincuenta y cinco kilos. Durante años he estado recortando relatos de los periódicos acerca de enormes pedazos de hielo, que pesan en ocasiones hasta 150 kilos, que caen en diferentes partes de la tierra y parece que nadie se explica de dónde vienen. Aparentemente algún fenómeno en la naturaleza produce estos enormes pedazos de hielo que caen ocasionalmente sobre la tierra incluso en la actualidad. Aquí tenemos una terrible tormenta de granizo, que muestra los terribles cataclismos, los solevantamientos de la naturaleza durante ese tiempo, un tiempo en el que, según Jesús «a los hombres les fallará su corazón por temor a las cosas que han de suceder sobre la faz de la tierra y podemos encontrar más descripciones en Ezequiel 39.

Pero la buena noticia es que ¡eso es el fin! Al llegar a este punto, me dan ganas de respirar aliviado, ¿a usted no? Juan va a examinar uno de los acontecimientos de esta escena, la destrucción de Babilonia la Grande y lo va a ampliar en los dos próximos capítulos, pero en el capítulo 19, Jesús se revelará a sí mismo, será visto por todo el mundo, apareciendo con poder y gran gloria, como han venido anunciando durante tanto tiempo las Escrituras.

Al finalizar este capítulo, debemos preguntarnos: «¿Qué es lo que nos está intentando decir Dios con todas estas cosas? Recordemos que este libro de Apocalipsis fue escrito a las siete iglesias, que representan a toda la iglesia actual en la tierra. ¿Qué pretende decirnos todo ello? Es algo que se repite varias veces en el capítulo: el juicio no produce arrepentimiento. No puede conseguirlo ni tampoco es esa la intención. El apóstol Pablo dice en Romanos 2:4 «¿ignoráis que la bondad de Dios te guía al arrepentimiento? No es el juicio lo que hará que cambiemos de opinión, sino la gracia lo que cambia el corazón. El juicio elimina y acaba con el mal, limpia a la sociedad, permite que se produzcan nuevos comienzos, pero no hace que las personas cambien de opinión. No, para ello es preciso esperar en la gracia de Dios, en su misericordia, su bendición e incluso su providencia.

Algunos de ustedes se han acostumbrado a marcharse del culto, ir a tomar una buena comida en algún restaurante o tal vez mas tarde a reunirse con su familia para hacer juntos algo agradable. ¿Se les ha ocurrido a ustedes pensar alguna vez que esos momentos solo son posibles gracias a las limitaciones que le ha impuesto Dios al mal realizado por el hombre? Si se permitiese, ni siquiera por un momento, que el mal humano tuviese plena libertad entre nosotros, si se permitiese a las personas hacer lo que quisieran en sus corazones unas a otras, nos veríamos de inmediato sumidos en una terrible anarquía y se produciría un derramamiento de sangre asesino. Nada de lo agradable de la vida nos sería posible.

Dios ha permitido que sucedan algunas cosas relacionadas con sus juicios, por anticipado, a fin de que sepamos cómo van a ser estos juicios. ¡Hemos visto ya suficiente como para saber lo espantosos que serán, pero es la gracia de Dios la que nos invita a recibir al Señor Jesús, a acercarnos a Aquel que ocupó nuestro lugar, al que se entregó por nosotros, no solo para cambiarnos y transformarnos en nuevas criaturas, sino para enseñarnos a vivir en medio de un mundo que se ha vuelto loco! ¡Para eso es la gracia y debiéramos de estar profundamente agradecidos por las actuales limitaciones del mal que Dios ha ordenado para nuestro tiempo!



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Nº de Catálogo 4207

Apocalipsis 15:1-16:21

Decimonoveno Mensaje

25 de Marzo, 1990



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