Aquel día el profeta jamás lo olvidaría, su espíritu recibió tal impresión de la presencia de Dios que pensó morirse, y proclama «Vi yo al Señor» (Is. 6:1), y que resumen más exacto y claro de lo que significa una verdadera conversión.
¿Hay algo más importante que esto? ¿Hay una teología, por más exacta que sea, que pueda mostrarte tan vívidamente al Señor tal cual es, impresionando tu espíritu de tal manera que ya no necesites más evidencias de su existencia ni exhortaciones a hacer su obra, comprendiendo sus atributos divinos y sondeando tu alma hasta dejarla desnuda delante de Él?.
Creo, a mi modesto entender, que ver al Señor, significa estar seguro de su presencia, confiar plenamente en su palabra y en sus promesas, esto es lo que hace a la esencia y fundamento de una fe viva y dinámica, que nos mueve a realizar cambios hacia adentro y hacia afuera, pués el justo por su fe vivirá.
He visto gente sin ningún tipo de preparación, ganando almas y contagiando su fe a cuantos se le acercaban, y a otros muy académicos, fríos, sin ningún tipo de motivación para hacer la gran comisión.
Seguramente no es lo ideal en ambos, nos gustaría tomar el fuego de uno y ponerlo sobre la preparación teológica del otro, pero estoy plenamente convencido que los que más influyen en este mundo son aquellos que «Han visto al Señor» independientemente de su grado de preparación, aunque no quiero ponderar una cosa en detrimento de la otra, nos gustaría ver gente capacitada llena del Espíritu Santo.
Una visión clara de quién es el Señor
El Profeta supo ver al Señor donde realmente está y donde en la practica todos debemos tenerle «Sentado sobre un trono alto y sublime»
Sé, mi hermano, que nuestra teología le ha puesto a Jesús como Señor, pero en el fondo, en lo profundo de nuestro corazón ¿lo es? . Deseo que todos podamos responder afirmativamente a esto, pues sino, poseeríamos la teología correcta pero la vida incorrecta y el fin de la teología, del conocimiento de Dios, impartido para producir cambios en nuestro corazón, se habría abortado.
Visión en limpieza y santidad
El Profeta Isaías comprendió rápidamente cual era el estado de su corazón, no hizo falta que alguien se lo señalara, en la presencia de Dios él lo supo y el Señor proporcionó el medio de limpieza, el cual, el Profeta no resistió.
¿Debemos tener una visión semejante a la del profeta para poder cambiar y funcionar en el reino de Dios?, pues sí, pero no en su forma sino en su esencia, quizá no veas semejante cuadro celestial, pero es el Espíritu Santo quien hace que la palabra de Dios nos impacte profundamente, convirtiendo nuestra alma. David dijo «La exposición de tus palabras alumbra y hace entender a los simples» (Salmo 119:130)
He escuchado a muchos decir, «Tuve una visión»; «Dios me mostró»; «Dios me reveló», etc., etc. pero sus vidas nunca han cambiado, si bien creo en visiones, creo que estas imparten cambios, y no me es serio escucharlas de alguien que no los experimenta.
Visión en Misión
La visión predispuso el corazón de Isaías para tomar voluntariamente una necesidad que no se le privó de oír «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí envíame a mí» (Is. 6:8).
¿Cual es el fin de todo esto? Pues la misión, visión sin misión es como tener muchos sueños y solo eso, misión sin visión, es trabajar mucho sin dirección alguna, es la forma en que muchos pierden el tiempo trabajando. Pero ambas, visión y misión, es una alianza tan poderosa que nadie puede destruir, se abre paso a través de los valles más oscuros, combate con recios enemigos, se enfrenta a descomunales desafíos, pero no se rinde, sabe a donde va, no le pongas obstáculos porque los saltará, no pierdas tu tiempo desanimándole pues no te oirá, está plenamente seguro que llegará a la meta, y llegará.
«Vi yo al Señor» debe marcar el comienzo de una misión, Dios no se manifiesta solo para hacer un mero espectáculo de sí mismo, solamente lo hace para hacer exclamar a quienes oigan su voz «Heme aquí, envíame a mí».