Llamados al Ministerio de Reconciliación

Autor: Mauricio Chenlo Texto: 2 Corintios 5.11-21
El ministerio de reconciliación es el evangelio mismo y es la tarea fundamental de la iglesia proclamar ese evangelio y vivenciarlo en las relaciones familiares y fraternales.
Pero para entender este ministerio, Pablo nos sitúa en un marco más amplio. El ser humano no mejora ni mejorará su corazón a pesar de que sus condiciones de vida externa parezcan indicar lo contrario.

El ser humano está en pecado, separado de Dios. El pecado que todos compartimos es creer que podemos ser plenamente humanos aparte de nuestro vínculo natural con Dios. La raíz de todo mal consiste en el orgullo de creernos independientes y autosuficientes; libres de toda filiación, dependencia y sometimiento a nuestro creador.

Los síntomas de esta terrible enfermedad pueden cambiar a lo largo de los siglos, pero el origen de todos nuestros males sigue siendo el mismo: intentamos vanamente generar un proyecto humano alienados, separados del padre. Las consecuencias del pecado fueron, son y seguirán siendo terribles:

– violencia, maldad.
– Injusticias, perversiones; pasiones vergonzosas; idolatría; materialismo; mentes depravadas; envidias; engaños; ladrones; soberbia; deslealtad
– Seguirá habiendo idolatría de los medios: tecnología, supersticiones ideológicas, etc.
– Las estructuras sociales: económicas y políticas seguirán intenciones perversas. Podremos mejorarlas, buscar el mal menor, pero no debemos engañarnos al creer que el mundo dejará de ser el mundo. No hay ni habrá paraíso terrenal. No hay estado de armonía del cosmos.

Como hijos/as de Dios no debemos desesperar ante los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor y nos afectan directamente. No hay fuerza, ni poder que pueda separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo.

1. La buena noticia del evangelio es que por medio de Cristo Jesús, Dios ha provisto un medio de pacificación de reconciliación. Cristo es el gran puente que nos permite volver a la casa del Padre. Es Dios quien nos reconcilia a sí mismo por medio de Cristo. Recuperamos nuestra identidad como hijos, como criaturas de Dios por medio de la obra de Cristo.

La creación, los seres humanos que gemimos por la manifestación plena del reino, ya tenemos la oportunidad por medio de Cristo de ser restaurados. Cristo nos representó a nosotros en su muerte, tomó nuestro lugar, murió como pecador en forma voluntaria. Por medio de su muerte y resurrección es posible nacer a una nueva vida y formar parte de su iglesia universal; una nueva raza; una nueva humanidad.

2. La obra de Reconciliación de Dios por medio de Cristo se convierte en un ministerio para todos aquellos que somos parte de este nuevo pueblo.

Esta dimensión horizontal tiene una agenda doble en términos prácticos: 1) Proclamar en palabra y obra la clara acción de Dios en Cristo de reconciliar todas las cosas por medio de su muerte y resurrección.

No hay tarea más importante para la iglesia que no sea esta. Me atrevo a decir que la misión fundamental de la iglesia es la proclamación y el testimonio de la obra reconciliadora de Dios en Cristo.
Nuestro llamado fundamental como pueblo de Dios es a ser embajadores, apóstoles del mensaje de reconciliación.

2) La obra de reconciliación, el ministerio de reconciliación tiene un segundo aspecto tan fundamental como el que acabo de enunciar: la encarnación, el testimonio de una comunidad universal/local que rompe con todo tipo de barreras de discriminación. Las discriminaciones basadas en las consecuencias del pecado no son parte de la voluntad de Dios: las rivalidades por sexo; nación; raza; clase social son el resultado del pecado. La intención de Dios es que estas barreras sean derribadas. Una comunidad en la cual se práctica el perdón; la compasión; la solidaridad; la unidad y la armonía es lo que Dios espera de su pueblo.

La reconciliación de Dios en Cristo se auténtica, se verifica en una comunidad que está dispuesta a llevar a la práctica la obra de reconciliación entre las personas

El ejemplo de Filemón y Onésimo: bajar la reconciliación a una situación complicada entre dos hermanos que ocupan diferentes roles sociales.

Conclusión

1. El ministerio de reconciliación tiene su origen en el mismo corazón de Dios.
2. El ministerio de reconciliación es posible gracias a la obra de Cristo.
3. El ministerio de reconciliación es el evangelio mismo.
4. El ministerio de reconciliación direcciona y define claramente la misión de la iglesia: ser una comunidad que testifica en palabra y obra las consecuencias del ministerio de reconciliación operados en Cristo.

Consecuencias prácticas

Cuando hablamos de escucharnos, de respetarnos, de amarnos a pesar de nuestras diferencias; cuando exhortamos a una pareja a buscar el camino del diálogo y el entendimiento; cuando mediamos entre dos o más hermanos para resolver una diferencia o un conflicto; cuando estamos buscando el camino de la paz y la reconciliación; estamos proclamando la victoria de Dios sobre el pecado y estamos poniendo en práctica el ministerio de reconciliación.

Es vergonzoso y terriblemente perjudicial para la iglesia cuando nos dividimos, cuando echan raíz los celos, las envidias y rivalidades. Es un contramensaje hablar de paz, justicia y verdad cuando no podemos poner en práctica estos valores y principios a nivel de nuestras relaciones interpersonales.

Es vergonzoso ver como nuestro orgullo nos impide reconocer nuestro pecado, nuestra incapacidad de escuchar, respetar al otro y pedir perdón. Es una vergüenza y un oprobio a la sangre de Cristo cuando condenamos, difamamos y hablamos mal del hermano.

El ministerio de reconciliación atraviesa todo lo que somos y todo lo que hacemos en el mundo y en la iglesia. Podremos hacer cualquier otra cosa que creamos necesaria: darle de comer a los pobres; atender a la viudas; acompañar a los marginados; desarrollar grupos de discipulado; ministerios de jóvenes y niños; pero si no llevamos hasta las últimas consecuencias el ministerio de reconciliación habremos fallado en lo más elemental, habremos perdido nuestra razón de ser que es ser embajadores del ministerio de reconciliación



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