Resulta interesante que diciembre despierte debates interminables, a veces pintorescos aunque no dejan de ser bizantinos. No cabe duda que, sin remontarnos a saturnalias y a un pasado que nos es remoto e ignoto, lo que se celebra en la sociedad occidental no es a Jesús el Mesías. Se celebra el materialismo, el consumismo, el egolatrismo, el comercio, etc.
Hay libertad para celebrar o no el acontecimiento del nacimiento de Nuestro Salvador Jesucristo. Pero, los cristianos que optan por celebrar, ¿hay alguna razón bíblica o algún precedente en las Sagradas Escrituras para recordar y gozarse en el acontecimiento del nacimiento de Nuestro Salvador? A mi juicio, el relato bíblico es clarísimo. Si el nacimiento de Jesús no hubiera sido relevante para la iglesia apostólica, ¿por qué el Espíritu Santo condujo a dos de los evangelistas, Mateo (caps. 1-2) y a Lucas (caps. 1-2), para que nos registrasen tantos detalles del nacimiento de Jesús? Estos evangelios fueron escritos 20 o 30 años después de la muerte de Jesús el Mesías, sin embargo el nacimiento del Mesías es crucial para sus respectivos relatos.
El nacimiento de Jesús el Mesías fue celebrado con adoración por los magos del oriente:
diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle. (Mt. 2:2 RV60)
Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mt. 2:10-11 RV60)
Sin lugar a dudas, directamente de la Biblia, de los evangelios surge esta declaración angelical:
Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor. (Lc. 2:10-11 RV60)
La multitud de huestes celestiales lo celebró con alabanza:
Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: (Lc. 2:13 RV60)
Los pastores igualmente lo celebraron:
Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho. (Lc. 2:20 RV60)
Celebrar es «festejar un acontecimiento» (DRAE). La concepción virginal y el posterior nacimiento de Jesús el Mesías ¿no es motivo de celebración? Hoy hay personas que rechazan que Jesús el Mesías sea Dios. En aquellos años de la vida del apóstol Juan, era a la inversa, pues la feroz batalla consistía en defender la verdadera humanidad de Jesús. Juan escribe con un tono vencedor que esa humanidad está verificada porque Jesús el Mesías no fue un ser etéreo:
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Jn. 1:14 RV60)
Y, en sus cartas el anciano insiste victorioso frente a los que niegan la humanidad de Jesús el Mesías:
En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. (1Jn. 4:2-3 RV60)
Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo. (2Jn. 1:7 RV60)
La doctrina de la encarnación de Jesús el Mesías fue y es central en la confesión de la iglesia cristiana. Esa encarnación de Jesús incluye la concepción virginal y el nacimiento de Jesús. Como también lo sostiene Pablo, que el nacimiento es ponerse bajo la ley y humillarse.
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, (Gl. 4:4 RV60)
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; (Flp. 2:5-7 RV60)
Definitivamente, celebrar a Cristo y Su Encarnación no es ni pagano ni antibíblico. Los judíos en esta época del año celebran Janucá, una fiesta judía extra-bíblica surgida en el período intertestamentario, que festeja una luz milagrosa en la Menorá que duró un octeto de días. Pero, los cristianos tenemos la oportunidad de celebrar a la Verdadera Luz del Mundo (Jn. 9:5) que nunca se apaga, pues resplandece por la eternidad. Esa Luz venía a este mundo (Jn. 1:9). Celebremos, quienes optan por hacerlo, como Pablo cuando se expresa así del gran misterio de la piedad.
E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: