Dice el Apóstol Pablo, Segunda de Corintios, capítulo 4, versículo 7: “…pero tenemos este tesoro en vasos de barro para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros. Que estamos atribulados en todo más no angustiados, en apuros más no desesperados, perseguidos más no desamparados, derribados pero no destruidos, llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos. Porque nosotros que vivimos siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros y en vosotros la vida, pero teniendo el mismo espíritu de fe, conforme a lo que está escrito, creí por lo cual hablé, nosotros también creemos por lo cual también hablamos, sabiendo que el que resucitó al Señor Jesús, a nosotros también nos resucitará con Jesús y nos presentará juntamente con vosotros. Porque todas estas cosas padecemos por amor a vosotros, para que abundando la gracia por medio de muchos, la acción de gracias sobreabunde para gloria de Dios. Por tanto, no desmayamos, antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día. Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. No mirando nosotros las cosas que se ven sino las que no se ven, porque las cosas que se ven son temporales pero las que no se ven son eternas…”
Amén. Gloria a Dios. Vamos al versículo 7 donde el Apóstol Pablo dice, ‘pero tenemos este tesoro en vasos de barro’. Esa palabra ‘pero tenemos este tesoro’, esa expresión, nos indica que él estaba pensando en otra cosa. Él está hablando, se está refiriendo a algo que ya ha mencionado antes de este momento. A qué se está refiriendo y por qué dice él, ‘pero tenemos este tesoro? Y cuál es el tesoro del cual está hablando el Apóstol Pablo?
Ese tesoro, si usted lee los versículos anteriores, se refiere al Evangelio, el anuncio de la palabra de Dios, el sublime Evangelio, la predicación de la palabra del Señor. Ese Evangelio que muchos no entienden porque el diablo ha cegado el entendimiento de ellos, dice el Apóstol Pablo, y que Dios nos ha encomendado a nosotros, la predicación de ese Evangelio, la proclamación de esa palabra. Pablo acaba de hablar de todas las cosas que Dios ha hecho para que nosotros llegáramos al conocimiento de Jesucristo.
Es un Evangelio sublime, maravilloso, grandioso y de gran valor, de gran precio. Y entonces Pablo dice, ‘este gran tesoro que es el Evangelio todo lo que le ha costado a Dios redimir la raza humana, el drama del Evangelio, la venida de Jesús, su encarnación, asumir un cuerpo humano, despojarse de su gloria, venir el mundo, morir en una cruz, todo esto, ese maravilloso tesoro lo tenemos en vasos de barro. Es como si tuviéramos millones de dólares en joyas y… en las películas a veces los cofres de los piratas que usted lo abre y están llenos de monedas y de joyas y de collares, entonces, Pablo dice, ese maravilloso tesoro en vez de tenerlo en un cofre de bronce, con una aldaba bien gruesa y una cobertura de cuero, y algo muy bello que esté a la altura de la magnitud y lo sublime de este tesoro, lo tenemos en unas tinajas de barro, bien ásperas, bien toscas, bien frágiles que se pueden romper y que nunca indicarían lo maravilloso de su contenido.
Si ese es el tesoro, si el tesoro es el gran Evangelio que Dios ha hecho posible a través de Jesucristo, cuál es el vaso de barro? Nosotros, que somos quebradizos, frágiles, propensos a fallarle al Señor, limitados en nuestro conocimiento, nos desanimamos fácilmente, tenemos poca fe muchas veces. Qué cosa increíble que Dios le ha confiado la salvación de la raza humana a nosotros, la iglesia! Él hubiera podido encomendárselo a unos cuantos arcángeles que no comen, no tienen que dormir, no tienen que descansar, no pecan, no cometen errores, son tremendamente obedientes.
Imagínense si un ángel se parara en la calle 42 en Times Square, Nueva York, o en [inaudible] y anunciara, ‘Crean en Jesucristo’, todo el mundo se tira al piso de una vez, son unos evangelistas tremendos. Sin embargo, nosotros somos los que Dios nos ha confiado ese maravilloso tesoro del Evangelio. Lo tenemos en vasos de barros.
Por qué? Porque Dios quiere siempre… dice, ‘que para que la excelencia del poder sea de Dios.’ En otras palabras, para que Dios sea el que se lleve la gloria. Claro que sí. Cuando yo pienso quién yo soy, lo limitado que soy, lo frágil, lo quebradizo, lo propenso a fallarle a Dios que soy, y pienso en lo que Dios me ha encomendado como pastor, predicador del Evangelio, yo digo, guau, Padre, tu tienes tu toda gloria y toda la honra es para ti.
Si usted se conoce a sí mismo, usted sabe que le tiene que dar la gloria a Dios. ¿Verdad que sí? Si usted no es un alocado que piensa más de usted mismo de lo que debe pensar, como dice Pablo, ‘ninguno tenga más algo concepto de sí que el que debe tener, sino que piense con cordura.’
Toda persona que piensa de sí con cordura tiene que decir, ¿Sabe qué Señor? Solamente por tu misericordia, solamente por tu gracia, tu te atreves a confiarnos a nosotros, así que para ti la gloria, la honra y el honor.
Me recuerdan las palabras del salmista que dice, ‘para que sea [inaudible] dice contra ti, contra ti solo he pecado y he hecho lo malo delante de ti, para que seas tenido por puro en tu juicio,’ y la idea es para que la gloria sea de Dios. Nosotros a veces pecamos y cada vez que pecamos y le fallamos al Señor en alguna manera u otra es evidente que la gloria es de Dios, no de nosotros.
Entonces, Dios nunca comparte su gloria con nadie. No es que él sea egoísta ni nada, es que simplemente nadie puede. Todo lo que nosotros podemos hacer por Dios sin Dios es por gracia y misericordia. Él nos permite a nosotros trabajar para él. Y es importante que nosotros siempre reconozcamos eso.
A mí una de las cosas que me conmueve mucho acerca del Apóstol Pablo, es que era un hombre que a pesar de las grandes revelaciones que recibió, a pesar de todos los estudios como fariseo, antes que tuvo, Pablo, Saulo, que llegó a ser el Apóstol Pablo, estudió con Gamaliel, el rabino judío más destacado de su época. Es decir, que Saulo asistió al mejor seminario y a la mejor universidad de su tiempo. Y era un fariseo distinguido y dejó todo eso, dice que lo tenía todo por basura, por el conocimiento de Jesucristo.
Entonces, Pablo a pesar de toda su grandeza era un hombre bien consciente de su debilidad. Y usted lee las diferentes cartas de Pablo y usted ve siempre un hombre muy consciente de lo que él era. Dice, por ejemplo, que en una ocasión un aguijón que Dios le mandó para que no se engrandeciera demasiado, una batalla que él tenía espiritual y tres veces fue a dónde el Señor, ‘Señor, líbrame de esto porque me quita la paz.’ Y el Señor le dijo, ‘Pablo, bástate mi gracia.’ Es decir, confórmate con mi misericordia porque mi poder se perfecciona en la debilidad.
Siempre Dios buscando, él es quien tiene que llevarse la gloria y nosotros siempre tenemos que reconocer eso. Yo creo que todo siervo, toda sierva de Dios, ustedes, yo, siempre tenemos que estar como consumidos por esta consciencia de que Dios es todo y nosotros sin él no somos nada absolutamente.
Y en esa fragilidad hay gran fortaleza paradójicamente. La mayor defensa que nosotros tenemos es eso, es esa idea de que… usted está consciente de que ser un vaso quebradizo eso le da un poder y una fuerza increíble. Por dice, tenemos este tesoro para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros.
Entonces, dice aquí algo bien interesante que es como el corazón, dice, ‘estamos atribulados en todo más no angustiados, en apuros más no desesperados, perseguidos más no desamparados, derribados pero no destruidos.’
Usted debe aprenderse eso, memorizarse ese versículo porque es como una radiografía de la situaciones en que a veces nosotros nos podemos encontrar como seres humanos aún sirviendo al Señor. Sabe que a mí me gusta este versículo porque ejemplifica el tipo de enseñanza que yo quiero que nuestra iglesia siempre mantenga, en términos de su posición con respecto a la fe y al poder y a la prosperidad y los dones y la victoria del creyente.
Hay iglesias, hay como extremos de una gama de posibilidades, hay iglesias que están en un extremo que nunca hablan del poder de Dios, hablan más bien como de sufrir y apretar los dientes, aguantar hasta que el Señor nos saque de este mundo cruel. Y todo es Señor, ayúdame a pasar por este valle de sombra de muerte y aguantar y resignarme. Si tengo esta enfermedad, pues, Señor simplemente ayúdame a sobrellevarla y no se atreven a confesar sanidad y a buscar poder de Dios y a pedirle al Señor que obre y no hace acopio, no le enseñan a la gente acerca del poder, las promesas de Dios.
Esa palabra de Pablo, por ejemplo, todo lo puedo en Cristo que me fortalece, o antes en todas estas cosas somos más que vencedores. Etc. pero hay iglesia como que todo es simplemente mucha doctrina, mucha enseñanza, mucho apretar los diente y sufrir y aguantar hasta que el Señor nos saque de aquí. Ser fieles en medio de los problemas.
En el otro extremo están las iglesias que todo es victoria, victoria, victoria, prosperidad, éxito y como que no se atreven a hablar acerca del sufrimiento, de la cruz, de las pruebas que vienen a la vida, porque creen que si hacen eso están deshonrando al Señor. Entonces, todos los sermones son de prosperidad y de éxito y de sanidad. Es como que en realidad no existe la realidad de la vida, que la gente se enferma, se muere, tiene accidentes, perdemos la casa, tomamos el examen de manejar y fallamos la primera o las dos veces, aunque oramos y ayunamos. Y están en el otro extremo y hay muchas iglesias hoy en día que están ese extremo de prosperidad, todo es prosperidad y la gente va allí para que el pastor le santifique su avaricia con un sermón.
Y para mí esos son dos extremos simplistas. Yo siempre he querido que nuestra iglesia se mantenga en la tensión entre ambas cosas. Y es lo que yo veo que hace el Apóstol Pablo. Pablo era un hombre que conocía del poder de Dios. La Biblia dice que fue llevado al tercer cielo y vio y oyó cosas tan sublimes que Dios ni siquiera le dio permiso para que las compartiera con nadie en el mundo.
Hay pasajes donde Pablo dice que hubo sanidades increíbles que él hizo, un hombre que profetizaba y Dios escuchaba su oración. Pablo conocía el poder de Dios. Pablo conocía la revelación. Pablo conocía los dones. Ahí usted tiene en Primera de Corintios12, 13 y 14, preciosos pasajes acerca del poder de Dios y del balance que hay que tener.
Pero también Pablo conocía acerca del sufrimiento. Pablo conocía acerca del padecer por las iglesias, la ansiedad de tener la carga de una congregación encima y de muchas congregaciones. Pablo fue azotado, fue apedreado, estuvo náufrago.
Hay un pasaje donde él relata todos los sufrimientos y todos los padecimientos que él tuvo en la vida y hay un pasaje conmovedor hacia el final de una de sus epístolas donde él habla, creo que a Timoteo, que le dice, ‘mira, tómate un poquito de vino por las muchas enfermedades tuyas, de tu estómago.’ No se vayan ustedes tampoco a tomar eso demasiado en serio, saben, los conozco ya, están maquinando allí.
Dice, fue por causa de tu estómago y de las muchas enfermedades. El caso es que aquí tenemos a Pablo como reconociendo que a veces podemos pasar por pruebas y tribulaciones en la vida, como decíamos el domingo pasado, pero la cosa es que el creyente, el hijo de Dios nunca tira los guantes. El hijo de Dios aunque esté pasando por pruebas y tribulaciones, como que siempre sabe que hay una salida y hay una esperanza y no se desespera.
Entonces tenemos que saber que pueden venir las pruebas, pueden venir las dificultades, pueden venir los problemas, pero siempre tenemos que ir al Padre y no darnos por vencidos y desesperarnos y colgar la toalla, tirar la toalla, colgar los guantes. Y por eso es que Pablo dice – y él lo hace por medio de una serie de paradojas, un juego de palabras, − Y en el griego original de hecho, se siente mucho más… es más clara la antítesis de una cosa y la otra.
“Estamos atribulados pero no angustiados,” como que no se expresa tan bien en la traducción en el español. En el griego original la idea es una imagen física, donde dice, estamos como estrechos, estamos como entre dos paredes bien estrechas pero no estamos tampoco estrangulados que no podamos movernos y no podamos salir adelante. Es decir, en inglés dice, we are in dire straights, quiere decir como que estamos en un estrecho bien estrecho pero todavía podemos salir adelante. Esa es la idea del griego original.
A veces hay situaciones en la vida, hermanos, en que podemos estar así, como por ejemplo, lo que me vino a la mente es qué apropiado para este tiempo, que estamos estrechos. Recuerdan la imagen profética del barco pasando… ahí está. Pero el barco puede pasar, no se va a quedar atorado, quizás va a tener raspada un poquito la piel, pero va a salir.
Entonces esa es la idea de Pablo. Y así el hijo de Dios, hermanos, no importa cuál sea su situación, recuerde eso siempre, no hay situación de la cual Dios no le pueda sacar a usted. Nunca se de por vencido, nunca deje de clamar al Señor, nunca deje de orar, nunca deje de esperar que después de la noche viene la mañana. Recuerde eso siempre. Se lo pido en el nombre de Jesús.
No importa cuán difícil sea su situación, sepa que después de la tormenta viene la calma. No se dé por vencido jamás. No importa lo que esté pasando en su vida, su matrimonio, finanzas, lo que sea, la postura del hijo de Dios es una postura de que yo saldré adelante, aunque caiga siete veces se levanta siete veces.
Esa es nuestra postura. No negamos los problemas, pero no le damos supremacía tampoco a los problemas. Podemos pasar por diferentes situaciones. Entonces dice, estamos estrechos pero no estrangulados, sería la idea. Estamos en apuros más no desesperados. En otras palabras, usted se puede encontrar a veces con los indios rodeando pero que en el algún momento viene la caballería de Dios y le va a sacar adelante. Estamos en apuros pero no desesperados.
En la vida puede haber situaciones difíciles, por eso el Señor Jesucristo reconoce el problema. Dice, en el mundo hallaréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo. Pablo dice que antes en todas estas cosas, no fuera de ellas, no evadiéndolas, es en medio de la lucha somos más que vencedores.
El hijo de Dios no niega las situaciones difíciles, no niega que estamos en un mundo caído, con demonios que quieren destruirnos, pero lo que reconocemos es que a pesar de que cualquier situación en la que nos encontremos, los hijos de Dios tenemos un Dios todopoderoso a nuestro favor y que el Señor es poderoso para sacarnos adelante.
Yo creo que, hermanos, nosotros tenemos que pedirle al Señor, ‘Padre, ayúdame a cultivar esa postura positiva en mi vida, esa postura esperanzada.’
Yo he visto al Señor, hermanos, tantas veces sacarnos de situaciones peores que esta. Usted sabe cuántos años tenemos nosotros construyendo? Desde 1994, 20 años, sin parar. Cuando terminamos este edificio se hizo el otro disponible, tuvimos que meternos en camisa de once varas para comprarlo simplemente. Y después abandonarnos a hacer el trabajo y había días como en este también, en que yo no sabía de dónde iba a venir, yo me tenía que sentar con Joxmar, ‘cuánto tenemos hoy? Cómo podemos mover el dinero de un sitio para otro?’ y rogarle a Dios que los cheques no los cambiaran todos a la misma vez. Sinceramente.
Déjenme decirle una historia, porque yo he vivido una vida de milagros, hermanos. Yo sé lo que es el Dios proveedor, el Dios que nos saca tantas maneras. Escuche una de muchísimas. Por eso es que si uno se pone a veces a alardear de todas las cosas que Dios hace…
Hubo una vez en que estábamos aquí en este edificio, yo era verdecito todavía en este tipo de cosas, pero teníamos que pagar más de 30 mil dólares en apenas unos 4 ó 5 días para el elevador que ya estaba instalado y teníamos que darle a esa gente ese dinero. Y el dinero no estaba en ninguna parte y nosotros no teníamos los recursos ni la congregación que tenemos ahora, el tamaño de gente y una cantidad de otras cosas. Y ese dinero no estaba en ninguna parte. Y yo, la verdad, que no quería ir a donde esa gente y decirle, miren el dinero no está, porque ellos habían sido generosos con nosotros, habían instalado el elevador y confiaban que nosotros teníamos el dinero.
Y no estaba en ninguna parte. Yo recuerdo que yo venía de traer a mi hija de la escuela, Sonia o Abigail, no recuerdo, estaban por [inaudible] y yo venía en la ruta 93 viniendo hacia Boston, antes de llegar a Summerville, un poco antes de Summerville, y yo vi los edificios de Boston y el cielo abierto en frente de mí y yo estaba rogando porque tenía el peso, ya llevaba dos o tres días viendo la escritura en la pared, y con ese peso, ‘Señor, qué va a pasar con esto? Qué vamos a hacer?’
Y yo le clamé, clamándole al Señor, cuando mire hacia arriba sentí como que Dios me dijo, ‘Ya la solución, tu oración ya llegó.’ No les puedo explicar cómo pero sentí paz en mi corazón. Sentí que algo iba a suceder. Seguí tranquilo, pero siempre todavía mi alma velaba, como dice la Escritura. Al otro día o un par de días después, fui a una reunión en casa de nuestro hermano Sergio Pérez, de pastores, en ese tiempo Copani, que es la Confraternidad de Pastores Hispanos, estaba apenas comenzando y era un grupito minúsculo, 4, 5 ó 6 pastores.
Recuerdo que Sergio nos invitó a su casa y nos hizo una comida y estábamos orando, conociéndonos unos a otros. Primero comimos y después estábamos reunidos orando y estábamos orando por necesidades y yo dije, ‘Hermanos, tengo una petición. Estamos ahora mismo en una situación de gran aprieto financiero en nuestra iglesia, y necesitamos un dinero y la verdad es que yo no sé de dónde va a venir, así me gustaría que ustedes oraran por mí.’
Ahí estaba el hermano David Marrero, que algunos de ustedes lo conocen. Yo no lo conocía tan bien en ese momento. Así donde yo estaba, David me dijo, ‘Y cuánto ustedes necesitan?’ yo le dije, ‘Necesitamos como 30 mil dólares.’ ‘Bueno, mañana yo te lo consigo, lo tienes mañana.’ Y David, yo le dije, ‘Evidentemente agradecidísimo’ y le dije ‘lo que tu quieras llenarte, yo sé que lo podemos conseguir dentro de un tiempo y vamos a firmar papeles, lo que sea.’ “Nada, no tienes que firmar nada, simplemente tu palabra y eso es todo.’
Siempre le agradeceré eso a mi hermano David Marrero. Y ahí mismo, al otro día yo tenía 30 mil dólares. Pagamos el elevador, yo no tuve que venirle con un cuento triste a esa gente, ni pasar una vergüenza ni nada, y poco tiempo después, unas cuantas semanas después nos encontramos en un congreso donde yo estaba predicando y él también, en Chicago, y para gloria del Señor, yo no sabía eso, pero él tenía en ese momento un aprieto que necesitaba ese dinero y yo para ese tiempo pude… porque tenía esa deuda sagrada, y esa noche le reintegré los 30 mil dólares, le hice un cheque por 30 mil dólares de parte de la iglesia y le devolví su dinero. Y él me dijo, ‘Tu no sabes que es el momento precisamente que yo estaba necesitando ese dinero.’ Se lo pudimos reintegrar totalmente porque ya era cuestión que el flujo…
Nuestro problema no es tanto el dinero, es el flujo de cash, eso es lo que pasa en estas situaciones, que tenemos unos gastos que están entrando pronto, porque según uno va terminando entran, pero el dinero… ahora nosotros ya el banco no nos da un centavo, ya el banco terminó de darnos.
Uno de los problemas es que eso ya el banco dio todo lo que iba a dar y desde ya varias semanas, nosotros somos los que tenemos que costear todo y ya entonces también el préstamo ahora está completo. Tenemos que pagarlo todo y parte de ello es a corto plazo, un pago muy agresivo hasta que refinanciamos, que yo quiero hacer eso una vez que terminemos el edificio. Pero tenemos que terminarlo primero, y eso nos va a dar un respiro increíble.
En este caso, uno de los problemas es simplemente el flujo de cash. El caso es que se lo pude reintegrar, él gracias Señor, muy bien, nosotros tuvimos el respiro que necesitábamos y pudimos seguir adelante.
Así es que Dios obra y así es que Dios ha obrado siempre, por eso es yo les puedo decir, hermanos, una y otra vez, en mi vida cuando yo les digo a ustedes, créanme por favor, que esa es la posición de los hijos de Dios, podemos estar angustiados, atribulados, pero no angustiados. Es decir, en estrechos, pero no estrangulados, en apuros pero no…
Nunca pierda la cabeza. Usted recuerda el domingo pasado lo que el Señor les dijo a los discípulos, ‘por qué están en pánico ustedes?’ Por qué se comportan tan cobardemente, fue lo que les quiso decir, porque ellos llegaron ante él gritándole, ‘Señor, no ves que perecemos, no tienes cuidado de nosotros.’ Ellos estaban gritando a pulmón y yo les digo siempre hermanos, cuando el hijo de Dios padece, no padezca como alguien que no tiene esperanza.
Si usted va a llorar un ser querido que se le murió, mire, llore fuerte, pero llore… no se tire al piso como lloramos nosotros en el Caribe, se tiran al piso y le dan un ataque. Esos son los incrédulos. El hijo de Dios llora, pero llora varonilmente, aunque sea mujer. Eche todas las lágrimas que usted quiera pero no llore como los santeros, llore como un cristiano.
Podemos llorar pero… a mí me gusto eso, cuando estoy en un funeral de gente cristiana y de gente madura porque es un llanto, pero es un llanto comedido, es un llanto suave. El llanto de los que lloran pero no como que no tienen esperanza, no están llenos de pánico, no se avergüenzan a sí mismo, llorando como si no hubiera esperanza.
La muerte ya perdió su aguijón. Lo que tiene unos dientecitos de leche chiquitos, eso es todo. Pero nosotros estamos perseguidos, más no desamparados. Dios nunca nos deja. Los demonios están corriendo detrás de usted pero usted no está desamparado. No se preocupe, el Señor está con usted.
Y estamos derribados pero no destruidos. Usted se cae pero se levanta otra vez con los guantes echando a diestra y a siniestra, pegando puñetazos y batazos o más no poder. Derribado sí, porque el cristiano puede ser derribado en algún momento, pero lo que no puede hacer es quedarse en el suelo. Si usted pasó por una situación, algo le sucedió en su vida, se cayó, mire, levántese, límpiese las rodillas y siga para adelante. No se quede en el piso ni le de la espalda al diablo jamás, el diablo le puede asestar un golpe, pero usted eche para adelante. Y crea en un Dios todopoderoso que no lo va a desamparar en ningún momento.
Yo lo voy a dejar allí, pero quiero animarlos en el nombre de Jesucristo. Adoptemos esa postura que tiene Pablo, que es una postura realista pero a la misma vez llena de fe y de esperanza. Vienen las pruebas, vienen las dificultades, pero nuestro Dios siempre estará con nosotros.
Como dice, en la noche viene el llanto, pero por la mañana viene el canto, viene la alegría, viene la celebración. Esa es la palabra de Dios para nuestras vidas. Amén. Recíbala en el nombre de Jesús en esta noche.
Póngase de pie. Vamos a confiar en nuestro Señor, vamos a entregar nuestras vidas. Si tu estás pasando por una prueba esta noche, algo en tu vida, ahora mismo cree en este momento, di, ‘Señor, yo me levantaré. Señor, yo voy a salir adelante. Ahora quizás estoy estrecho, financieramente quizás estoy estrecho, quizás mi matrimonio está un poco estrecho, quizás mi relación con mi hija o mi hijo, está un poco estrecha, pero, Padre, tu vas a anchar las paredes un poquito para que haya respiro. Yo voy a salir adelante. Yo voy a tener la victoria. Yo no me voy a quedar en el suelo, no me voy a quedar caído. Yo voy a tener respiro, voy a poder alabarte con alegría.’
Vienen tiempos de regocijo, de celebración en mi vida. Tu eres mi Dios todopoderoso. Yo voy a vivir una vida gozosa en el nombre del Señor a pesar de las pruebas, las dificultades que puedan venir, tu, mi Dios, no me dejarás ni me desampararás porque eres un Dios fiel.’
¡Aleluya!. Recibimos, Señor, tu invitación a una vida de poder, una vida con luchas y pruebas, pero una vida con victorias y triunfos creciendo cada vez más y más, reflejando más y más a Cristo Jesús, conociéndolo en sus padecimientos pero también en su resurrección y en su poder y su victoria. Haz de nosotros hombres y mujeres aguerridos, experimentados en quebrantos, pero también celebrando las victorias de un guerrero y nuestras medallas sobre nuestro pecho, reconociendo que tu nos has dado la victoria y nunca nos has fallado, Señor.
Gracias, Padre, en esta noche llena a tu pueblo de fe. Haz de esta iglesia una iglesia aguerrida, una iglesia poderosa, una iglesia llena del Espíritu Santo, una iglesia que no le huya al enemigo ni le torne la espalda jamás. Todo lo contrario, Padre, cada cosa que el enemigo nos tire, se la bateamos de jonrón y la usamos para crecer y para ser más fuertes en Cristo Jesús.
En esta noche yo bendigo a cualquier hermano o hermana que esté pasando por tribulaciones o pruebas o dificultades. Te pido que abras sus ojos para que puedan verte en toda tu gloria, Señor, en toda tu fidelidad, en todo tu poder. Te alabamos, te bendecimos. Gracias, Señor, porque siempre la excelencia del poder será para ti y la gloria y la honra serán solamente para ti, Padre. Gracias en el nombre de Jesús. El pueblo de Dios dice amén, amén. Gracias, Señor.
Por Dr Roberto Miranda.