Pastor Cash Luna
La Palabra del Señor en 2 Corintios 8:9 en la versión de la Biblia Al Día dice así: “Ustedes saben lo bondadoso y amoroso que fue nuestro Señor Jesucristo; aunque era extremadamente rico, se hizo pobre por amor a ustedes”. No es lo mismo ser pobre que hacerse pobre. El que quiera imitar a Jesús, no debe ser pobre, sino que una vez que llegue a rico, se haga pobre. Pero, si no se ha llegado a ser rico, ¿cómo se hago pobre?
¿En dónde habrá más obediencia a Dios? ¿Dónde hay más honra y gloria a Dios? ¿En sobrellevar la pobreza o en esforzarse todos los días para prosperar? Trabajar y esforzarse honra a Dios porque es un desafío y un reto. Sobrellevar la pobreza tiene muchas dificultades, pero ¿quién dice que llegar a ser rico no tiene dificultades? ¿Qué dificultades van a glorificar más a Dios, que yo no tenga y me conforme, o que cada día me tenga que esforzar para llegar a tener? ¿Qué requiere más fuerzas? Esforzarse, por supuesto, ya que el conformarse con no tener requiere más sufrimiento y tolerancia para ver qué hago; porque no tengo qué comer.
Cuando yo meditaba en lo que algunos piensan, que pagar el precio de la pobreza es más glorioso para Dios que pagar el precio de las riquezas, comprendí que nos hemos estado equivocando. Pagar el precio de la riqueza requiere mucho más sacrificio y desvelo, requiere que seas un trabajador que respete a su patrón, que seas un administrador sabio y generoso; requiere mucho más cosas.
Dice la Palabra que el Señor se hizo pobre por amor a nosotros, para que nosotros fuésemos enriquecidos. Para la mayoría de personas no es difícil creer que por gracia somos salvos, ni que somos sanos por su llaga. Pero si se trata de la prosperidad, sí es difícil de creer y de confesarla, pero la misma gracia que nos dice que somos sanos y salvos, también nos dice que por su pobreza fuimos enriquecidos.
El precio de nuestra riqueza fue su pobreza, así que si queremos la riqueza, debemos desear la que viene de la bondad y gracia de Dios y no la de nuestras propias fuerzas. Si Él ya sufrió tus dolores, créele para que se vayan los tuyos. Si Jesucristo ya sufrió tu pobreza, créele para no tenerla que sufrir tú.
Si decides no estudiar o trabajar de manera inconstante, comprende que no es la forma correcta de glorificar su Nombre. Pero si tú has llegado a terminar tu carrera universitaria, y aún anhelas una maestría y quieres un mejor trabajo para tener mejor a tu familia; estás glorificando a Dios. Esfuérzate por mejorar, bendice su Nombre y honra la pobreza que Jesús llevó por ti.
La Biblia dice que seamos imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas; quiere decir que no todo el mundo alcanza las promesas al mismo tiempo. Hay gente que las cree y las toma antes que los demás, eso es porque algunos no han visto la promesa que está escrita o no se han esforzado lo suficiente para poder alcanzarla. Regularmente es malinterpretado que algunas personas empiecen a alcanzar las promesas que la mayoría no ha alcanzado.
Cuando alguien por fin hereda la promesa de la prosperidad, los demás empiezan a quererla obtener. Y es que siempre hay gente valiente que le cree a Dios, que se atreve a tomar las promesas, pero pasan meses y años con esa fe y paciencia esperando recibirlas, y no descansan hasta alcanzarlas.
Siempre hay personas que van primero e inspiran a los demás, porque cuando ya han obtenido la prosperidad, la gente los mira e imita. Al principio los critican, pero después de que los demás analizan lo que han hecho, concluyen por imitarlo.
A las personas que cambian la moda, de primero se les llama innovadores, a la segunda generación se les llama seguidores y ya después llegan los rezagados, que son aquellos que andan comprando siempre fuera de temporada, andan de saco en verano y de pantalones cortos en invierno, porque cuando deciden que sí quieren hacer algo, ya está de moda otra cosa. Eso pasa en lo espiritual también, cuando alguien tiene fe y paciencia, le cree al Señor y hereda las promesas, siempre hay alguien que empieza a imitarlo. Por lo tanto, es un deber dentro del cuerpo de Cristo que tú te animes a ser de los primeros que empiezan a heredar promesas, a ser de los que inspiren a los otros que cuando ven un testimonio empiezan a creerlo.
Tú escoges si quieres ser de los imitadores o de los primeros que heredan promesas. Si lees la Palabra de Dios, créela con todo tu corazón, no le andes preguntando a los demás si lo creen, créelo tú, y cuando obtengas lo prometido, testifícalo para que los demás empiecen a creerlo también. Sé valiente, sé de los primeros en alcanzar las promesas, pero también si encuentras a alguien que ya la alcanzó, imítalo, sé de los que creen y no de los que critican y señalan.