Tienes que escoger

Todos debemos escoger constantemente. En la vida hay tres elecciones difíciles. La primera es a qué me dedicaré. ¿Cuál es tu vocación? ¿Serás médico, administrador, vendedor o empresario? No puedes llegar a los 40 años sin saberlo.

No puedes detener el tiempo. Yo regresé a la universidad cuando ya tenía a mis dos hijos y mi empresa. Me decidí porque es necesario completar lo que se empieza y porque deseaba honrar a mi madre que se sacrificó para pagar mis estudios. Quería darle el diploma y lo logré con honores aunque pasé dos años bajo una presión muy fuerte.

La Palabra dice que María, hermana de Marta, escogió la mejor parte, es decir que había otras cosas que escoger, pero decidió bien, imítala. Pablo decía que vivir es Cristo y el morir es ganancia (filipenses 1:21). Seguramente no sabía qué escoger porque las dos opciones eran buenas. Ir con el Señor es muchísimo mejor pero quedarse era más necesario porque debía acompañar a los cristianos. A veces se nos presenta la oportunidad de escoger entre lo bueno y lo correcto. Pablo escogió lo correcto porque su vida junto al Señor estaba asegurada.

Escoge siempre lo correcto cuando estés ante dos opciones que te agradan. Los cristianos escogemos de acuerdo a nuestros principios y valores; luego, de acuerdo a nuestras posibilidades y por último dejamos los gustos. En el vestir por ejemplo, primero hay que evaluar si la prenda que deseamos usar es adecuada según los principios de decencia y virtud, luego debemos ver si podemos adquirirla y por último, escoger la que nos gusta de las que ya tienen las condiciones anteriores.

La segunda decisión importante es con quién viviré el resto de la vida. Cuando acababa de nacer en Cristo, cortejaba a una joven que no era cristiana, hasta que pensé: “Momento, estoy equivocado, dije que amaría Dios con todas mis fuerzas y no lo estoy cumpliendo”. Entonces, me levanté y fui a una vigilia donde vi a Sonia por primera vez. Ella era la respuesta de Dios para mi vida. Escogí lo correcto y fui recompensado.

No saber escoger se vuelve un patrón de conducta que se convierte en necedad y evita que aprendas de tus errores. Es como si te gustara sufrir. Deja esa actitud y busca sabiduría de las malas decisiones. Para evitarlas, mira hacia el futuro e imagina las consecuencias de la decisión antes de tomarla. Si lo que ves es malo, busca otras alternativas.

Para escoger a tu pareja, busca a la persona con quien puedes vivir, no con quién quisieras hacerlo. Para Sonia tal vez no soy el más guapo, seguro pudo conseguirse otro más alto pero soy su hombre, con quien puede vivir. La hago reír y somos felices al lado de nuestros hijos. Ella sí es hermosa y además, puedo vivir a su lado, ¡no puedo pedir más!

La tercera decisión importante es a donde voy a parar cuando muera y la opción correcta es junto a Jesús. Él es la vida eterna y la esperanza de gloria en nosotros.

Jesús cuando era niño, aprendió con la comida los principios para escoger (Isaías 7:14-16). Seguramente entre la manteca y la miel, se quedó con la segunda. Escoger implica desechar algo, hacerlo a un lado para quedarse con la otra opción. Antes de decidir, pregúntate qué es lo mejor entre lo bueno. Luego identifica qué es lo correcto y quédate con esa opción. Desecha siempre lo malo. Si quieres aprender a decidir, ejerce tu voluntad en cada comida.

Aprovecha cada oportunidad para mejorar tu dominio propio que tiene relación con lo que escoges. Deja tus gustos de último, porque lo primera a considerar son los valores. Si lo haces, Dios te dará el gusto, basándose en lo bueno.

De lo que escoges depende el futuro de tus hijos. Escoge la vida. Tus decisiones afectan a alguien que ni siquiera ha nacido, así que toma conciencia y no seas egoísta. Escoge para experimentar la bendición que Dios juró dar a tu descendencia (Deuteronomio 30: 19). Él cumple pero la abundancia de bendición depende de tus decisiones. Pídele que te enseñe a escoger siempre lo correcto, bueno y santo

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