Dios es quien nos permite alcanzar armonía familiar
Recuerdo el caso de alguien que vino a la oficina procurando justificar que se iba a separar. “No soporto a mi esposa”, decía y a continuación enumeró todas las razones por las que consideraba, no había marcha atrás en su propósito de terminar la relación.
Como antesala a que se oficializara su divorcio con el aval de un “clérigo”, le pedí que anotara diariamente una virtud de su pareja. Una sola, le pedí. Le sugerí valorar algo, así pareciera pequeño, que ella hacía por la relación, a favor de él, por los hijos.
Nos reunimos en dos ocasiones, y seguía indeclinable en su propósito de separarse. Pero en el tercer encuentro, en la oficina, su perspectiva había cambiado. “No había reflexionado antes en lo maravillosa que es mi esposa”, dijo, al tiempo que me informó que había desistido de la separación.
La relación de pareja no es fácil y tiende a ser un poco más compleja cuando llegan los hijos; no obstante si a partir de lo que tenemos hoy, decidimos reconstruir nuestra vida, puedo asegurarle que encontraremos que la relación familiar es gratificante.
Un hogar sólido comienza por los hijos
Alrededor de la familia se ha discutido mucho. Basta que vayamos a cualquier librería para que encontremos sinnúmero de libros abordando el asunto, y ofreciendo desde la perspectiva de la ciencia y de la terapia, salidas al laberinto. Algunas de estas metodologías parecen funcionar, otras definitivamente dejan muchos vacios. Pero, ¡hay una salida a la crisis de la familia? Sin duda que sí, y parte de una decisión: Abrirle las puertas de nuestro hogar al Señor Jesús. Él sabe cómo traer soluciones a los problemas.
A nadie le enseñaron en la universidad a ser buen padre o buena madre. Es probable que conozcamos muchas estrategias, hayamos leído consejos o quizá hubiésemos experimentado estrategias, pero aún seguimos con un enorme interrogante en nuestro corazón: ¿Qué hacer para que la familia funcione? Y la respuesta a esta pregunta comienza con los hijos.
Desde hoy sentamos las bases para hogares sólidos, que ellos van a replicar, y a su vez, de acuerdo a la formación que les impartamos hoy, edificarán familias firmes que se replicarán en los nietos y bisnietos. Es una cadena que desde ya debeos comenzar a construir.
De nosotros, como padres o madres, depende que edifiquemos hijos seguros, con una alta autoestima y la disposición para enfrentar cualquier obstáculo que surja en su camino. Lo que imprime dinamismo a esa tarea de ser buenos progenitores, que enseñan a partir del ejemplo, es el amor. Si amamos a nuestros hijos, les prepararemos para la vida.
¿Ama usted a sus hijos como Dios ama a los niños?
En alguna ocasión el amado Señor Jesús fue abordado por unos niños. Querían acercarse a él, tocar su manto, quizá jugar. Los discípulos procuraron impedirlo. Y relata el Evangelio que: “Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.”(Mateo 19:14)
Jesús amaba a los niños. A pesar de sus múltiples ocupaciones, es evidente que estaba a pasar unos minutos con ellos. Ahora, pregúntese como padre o madre: ¿Cuánto tiempo dedicamos a nuestros hijos?¿Nos preocupamos por sus problemas—así parezcan muy pequeños—y les ayudamos a resolverlos? Si para nuestro amado Salvador eran importantes los infantes y adolescentes, cuánto más debieran ser para nosotros en nuestra condición de padres.
Un niño o niña que recibe la atención de sus progenitores, crecerá en un ambiente de confianza, desarrollarán seguridad en sí mismos—la que se tornará evidente en sus relaciones y en las propias ocupaciones en la escuela y el colegio–, tendrá una alta auto estima y si ha sido formado en principios y valores, no cederá fácilmente a las tentaciones que le ofrezca el mundo.
El afamado autor, Gary Chapman, escribe: “Los niños que se sienten amados por sus padres y sus compañeros desarrollarán un lenguaje amoroso principal basado en su estructura emocional única y en la manera en la que sus padres les expresaron el amor, así como las personas que estaban alrededor y eran importantes para ellos. Ellos hablarán y entenderán el lenguaje del amor que aprendieron, porque lo recibieron. Los muchachos que no se sienten amados por sus padres y compañeros, también desarrollarán un lenguaje amoroso principal. Sin embargo, será un tanto distorsionado, de la misma manera que algunos niños pueden aprender poca gramática y no tener un vocabulario desarrollado. Esos escasos conocimientos no significan que no puedan desarrollar una buena comunicación, como igual, no haber recibido amor no significa que no puedan dar amor, pero sí significa que tendrán que trabajar más diligentemente que aquellos que tuvieron un modelo más positivo en sus vidas.”(Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 10)
Si no ha tomado tiempo para analizar el asunto, es hora de que lo haga. Recuerde que siempre hay tiempo para corregir errores. Con ayuda de Dios podemos imprimir cambios a nuestra existencia pero también a la relación con nuestros hijos. Es tiempo de pedir la sabiduría divina para brindarles un buen trato, rodearlos de amor y enseñarles que fueron concebidos por el Señor con todas las potencialidades para ser vencedores.
Cito de nuevo al doctor Chapman cuando recomienda: “…los niños que crecieron con un sentido poco desarrollado del amor también pueden sentirse amados y comunicar amor, pero tendrán que trabajar en ello más diligentemente que quienes crecieron en una atmósfera de amor saludable.”(Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 11)
Los hijos que reciben amor, darán amor. Es un principio que aplica a todos los hijos, hoy y siempre. Si no ha brindado amor a sus hijos, hoy es el día para que lo haga y comience a cambiar su historia. La relación al interior de la familia mejorará y ofrecerá mañana a la sociedad, hombres y mujeres que reciban y den amor.
Una buena relación de pareja
Todo lo que nuestros hijos ven, lo replicarán en su propia existencia y lo reflejarán en su relación de pareja cuando hayan contraído matrimonio. Basta que tome unos cuantos minutos para evaluar los casos de hombres o mujeres maltratadores, averigüe un poco y compruebe que su problema real comenzó en la niñez. Quizá usted mismo vive esa situación. Es agresivo verbal y físicamente. Le puedo asegurar que ese mismo trato lo recibió usted desde su infancia. Lo que está haciendo es replicar un patrón de conducta que aprendió inconscientemente y que legitimó como el más apropiado.
El amor romántico en el matrimonio está profundamente enraizado en nuestra estructura sicológica. Si en la niñez nos prepararon para recibir amor, sin duda, en lo que pensemos y hagamos, reflejaremos ese amor. Es algo que se siembra en nuestra vida desde la más tierna infancia y que germina y cosecha cuando llegamos a la juventud y edad adulta.
Todas las personas deseamos ser amadas. Hasta quien se pudiera considerar el más malo de todos los representantes del género humano, anhelan el amor. El autor y conferencista, Gary Chapman, explica que: “En el corazón de la existencia humana se encuentra el deseo de tener intimidad y de ser amado por otro. El matrimonio está diseñado para llenar esa necesidad de intimidad y amor.” (Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 15)
Si hay amor en la pareja, ese amor lo absorberán nuestros hijos. Tenga presente que un niño con amor en su corazón, el que le prodigaron sus padres, crecerá seguro, pero sin amor se torna rebelde. El mal comportamiento del niño en muchos casos demuestra un vacío de amor.
Cómo afecta la falta de amor
La falta de amor permanece durante la edad adulta. El deseo de amor está en el centro de nuestras emociones. Todo cónyuge anhela el amor de su pareja. El matrimonio fue diseñado para llenar las necesidades de amor e intimidad. Sobre esta base es importante que evalúe cómo anda su relación de pareja y con los hijos, y aplique los correctivos que considere necesarios, comenzando por el más importante: dar amor a su pareja.
No es algo opcional. Es una obligación, en el mejor de los términos ya que el apóstol Pablo escribe: “…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.”(1 Timoteo 5:8)
La forma de proveer no es únicamente económica. También debemos proveer amor. En primer lugar a nuestro cónyuge, y en segundo lugar a nuestros hijos, cuando vengan al mundo.
Nunca será tarde para empezar de nuevo. Revisar nuestros errores, tomar conciencia del daño que causamos, y disponernos a cambiar con ayuda de Dios. Es una decisión que nos permitirá disfrutar de una vida significativa, enriquecedora y con propósito.
Cómo tener armonía en casa
El amor es divino. Dios es el autor del amor. Él mismo nos ha amado de tal manera que envió a su Hijo Jesús a morir por nuestros pecados. La máxima expresión del amor en toda la historia de la humanidad y me atrevería a ir más allá: de todo el universo. Dios mismo es amor (Cf. 1 Juan 4:8)
Lamentablemente de tanto utilizamos ese término en una sociedad como la nuestra, hemos desdibujado la palabra amor y su significación. ¿Por qué, entonces, es tan importante el amor? Porque el amor es la base de todo, y mucho más de la relación familiar.
El afamado autor y conferencista, Gary Chapman, explica: “Entre esas necesidades emocionales, ninguna es más básica que la de amor y afecto, y la necesidad de sentir que se pertenece a alguien y se es querido. Si tiene suficiente afecto, el niño llegará a ser un adulto responsable. Sin ese amor él o ella serán emocional y socialmente retardados.” (Gary Chapman. “Los 5 lenguajes del amor”. Editorial Unilit. 1996. EE.UU. Pg. 15)
Rara vez un esposo y una esposa manejan el mismo lenguaje para expresar su amor. El amor hacia nuestra pareja debemos expresarlo con palabras y hechos. Lamentablemente pasado un tiempo, ese sentimiento que los componentes de la pareja manifestaban e incluso les motivó a contraer matrimonio o comprometerse, pareciera que va desapareciendo. No es lógico que el amor se esfume dos años después del matrimonio.
Mantenga vivo el amor de pareja
Mantener vivo el amor en el matrimonio es un asunto muy serio. Es una tarea que nos corresponde. No dejar que muera. Y la mejor forma es avivándolo con nuestras palabras y acciones que testimonien a nuestro cónyuge que le amamos.
Como cristianos, debemos darle vida al amor, no dejar que desaparezca en la relación. Recuerde que, como lo enseñó nuestro amado Salvador Jesucristo, el amor es un distintivo de quienes profesamos creer en Él: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.”(Juan 13:35)
Nuestro amado Dios nos creó con la capacidad de amar y ser amados. En el buen sentido de la palabra podríamos decir que es una necesidad y a la vez, un sentimiento primarios. Cuando nuestras acciones cambian hacia nuestro cónyuge y nuestros hijos, cuando dejamos que aflore el amor, todo cambia. Puedo asegurarle que imprimirá un cambio profundo y duradero en las relaciones.
Hoy es el día oportuno para cambiar, darnos una oportunidad y dársela a la familia. Optar por transformar nuestras actitudes, no en nuestras fuerzas sino en el poder de Dios, Aquél que todo lo puede.
Si todavía no ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador, hoy es el día para que lo haga. Tomados de la mano del Señor Jesús emprendemos el maravilloso proceso de crecimiento personal y espiritual que tanto anhelamos. No se arrepentirá.
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Posted on 2014/08/06 at 4:09 pm in ESTUDIOS BIBLICOS | RSS feed | Responder | Trackback URL
Etiquetas: familia