Unánimes entre Vosotros

No sé si usted sabía por qué los gansos vuelan en forma de V. Bueno cuando veamos que se acerca el otoño verá ese espectáculo en el aire. ¿Por qué ocurre esto? Observa lo que la ciencia ha descubierto al respecto. Se ha comprobado que cuando cada ganso bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al otro que va detrás de él. Volando en V toda la bandada aumenta por lo menos un 70 % su poder de vuelo que si cada ave volara solo.

Cada vez que un ganso se sale de la formación siente inmediatamente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a la formación para beneficiarse de la ayuda del compañero que va adelante…. Cuando el líder de los gansos se cansa, se pasa a otro de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar.

Los gansos que van detrás graznan para alentar a los que van adelante, y esto les ayuda a mantener la velocidad. Finalmente, cuando un ganso se enferma, o es herido por un disparo, otros dos gansos se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo o protegerlo. Se quedan acompañándolo hasta que está nuevamente en condiciones de volar o muere, y sólo entonces los dos acompañantes vuelven a su bandada o se unen a otro grupo.

Este es un extraordinario ejemplo acerca del tema que tenemos para hoy. Si aplicamos esto a la iglesia descubriremos que una iglesia unida avanza contra la fuerza de los vientos, se cuidan unos a otros cuando se cansan, ayudan al trabajo del líder y están prestos para curar al que puede estar herido. El presente texto comienza con el más grande y necesario llamado: “Unánimes entre vosotros”.

La palabra “unánimes” tiende a ser la parte dinámica de la palabra“unidad”. Es cuando en la gran diversidad se ponen todos de acuerdo bajo un mismo propósito hasta lograr una bendición mayor. El día de Pentecostés estaban todos “unánimes juntos” en oración. Se pusieron de acuerdo y vino después el Espíritu Santo. ¿No es eso interesante? Trabajemos en este mensaje con varias consideraciones que se desprenden dela palabra “unánimes”.

I. LOS PECADOS QUE QUEBRANTAN LA UNIDAD

1. El pecado de la altivez v. 16. Un ideal cristiano es que cuando uno conozca al Señor ya desaparezcan todos mis pecados. Pero esto es parte de la lucha cotidiana. Vamos a verlo de esta manera. Damos por un hecho que aquellos graves pecados de los que antes nos avergonzábamos ya no están presentes.

Que con la ayuda del Espíritu Santo hemos venido venciéndolos cada día. Sin embargo nos damos cuenta que si bien es cierto que algunos de los feos pecados de la carne ya no están, todavía me doy cuenta que hay un pecado del carácter que no se ha ido de mi vida como lo es la altivez. Como Pablo ha venido hablando de la unidad y ahora de estar unánimes, se da cuenta que hay un pecado que afecta directamente la unidad del cuerpo y ese es precisamente la altivez.

La definición de este pecado es muy simple: es uno que piensa más altamente de sí mismo. Esta persona se considera sabio en su propia opinión y es impenetrable a algún cambio pues lo que él piense y cree no amerita ni discusión ni cambios pues es “santa palabra”. Lo otro que esta persona hace es que por su misma arrogancia no se asocia con los humildes. Esto quebranta la unidad.

2. El pecado del menosprecio vv. 17, 19. Es cierto que los dos pecados que acá aparecen, me refiero a pagar mal por mal como la ley del taillon y a vengarse de otros, toman la ley por su propia mano. Esto por supuesto no forma parte de la vida de un creyente.

Bueno, esperamos que así sea. Ya el creyente no le paga con “la misma moneda” a alguien que le haga mal. Tampoco utiliza la venganza como medio para aplicar justicia. Sin embargo cuando buscamos alguna aplicación de estos textos al cuerpo de Cristo nos encontramos que si califico a algún hermano por su forma de ser y no me asocio con él, no le hablo o lo ignoro, en un sentido estoy pagando mal o vengándome y esto genera un menosprecio en mi corazón aunque no me de cuenta. Esto plantea una muy seria consideración en mi corazón.

Pablo nos ha venido hablando en todo este capítulo de la importancia de mantener la unidad de la iglesia. Es un real llamado a revisar continuamente la actitud de mi corazón. Mi hermano, la unidad es más importante que mi propia determinación. Contrario a esto se nos dice que procuremos lo bueno con ellos y dejemos a Dios que juzgue cada acto en otros.

II. LA DECISIÓN INDIVIDUAL QUE CONSTRUYE LA UNIDAD

1. La parte que yo hago para la unidad v. 18. Mis amados debemos reconocer que el asunto de estar unánimes y con ello lograr la unidad dentro del cuerpo no es tarea fácil. Es un asunto de determinación. La paz se construye no esperando que el otro lo haga sino sabiendo cuánta parte me corresponde a mí en este asunto.

Lo que este texto sugiera es que la armonía con otros no está al alcance en todo momento, pero el creyente debe ser responsable de no alterar o estorbar la paz. La frase “si es posible” sugiere lo que yo hago en el cuerpo. Esto significa que en lo personal tengo una buena parte de responsabilidad de preservar la unidad de la iglesia que se expresa a través de la paz y el gozo en el servicio.

Pablo recomienda mi trabajo personal en todo este asunto de guardar la unidad del Espíritu en el “vínculo de la paz”. Esto nos lleva a esta consideración: Ya Dios ha hecho lo que le corresponde en la unidad del cuerpo. Nos ha dejado a su Espíritu Santo sobre quien se dirige toda nuestra vida y decisiones. Pero en medio de esto todos nosotros tenemos que hacer la nuestra. ¿Cuál será mi parte?

2. Procurar la paz entre todos los demás v. 18b. Esta frase nos merece una dedicación especial. El creyente es un pacificador por naturaleza al igual que su Maestro. Esa paz la vive en su corazón, en su hogar, trabajo o la iglesia; pero sobre todo, la comparte. Es la persona que no se deja llevar por sus emociones al no importarle su responsabilidad y participación en el cuerpo.

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