El primer capítulo de Apocalipsis presenta al apóstol Juan exiliado en la isla de Patmos.
Patmos era una isla de diez kilómetros de ancho y dieciséis kilómetros de largo. Básicamente era una roca desierta e inmensa en medio del mar Egeo, ¡y a Juan lo habían dejado allí indefinidamente!
Juan, quien había sido un testigo ocular de la crucifixión, la resurrección y la ascensión de Jesús.
Juan, quien había estado presente aquel día de Pentecostés cuando descendió el Espíritu Santo.
Juan, quien había contribuido a establecer la iglesia primitiva, había sido un evangelista para el mundo entero, había pastoreado iglesias e instruido a creyentes.
¡Juan estaba exiliado en Patmos! Incomunicado por completo y separado de sus amigos, totalmente aislado de su ministerio, imposibilitado para aprovechar oportunidades de servir, impedido de viajar y aislado de quienes pudieran orar con él, animarle o tan siquiera acompañarle en su condición de sufrimiento y soledad.
¿Cuál es tu Patmos? ¿La crisis económica y sus consecuencias? ¿Es un lecho de hospital? ¿Es un lugar de trabajo donde eres el único cristiano? ¿Es una casa con niños pequeños? ¿Es un hogar de ancianos? ¿Es una nueva ciudad o un nuevo trabajo?
Ser despedido de un empleo o pasar por un divorcio o la muerte de un cónyuge puede colocar a un creyente en su Patmos personal. ¿De qué manera has sido aislado, exiliado y confinado a la soledad? Existen toda clase de Patmos diferentes, ¿no es así?
Juan se negó a estar obsesionado con sus problemas. ¿Cómo podemos saber eso? Gracias a que en todo el libro de Apocalipsis, el apóstol mencionó sus problemas tan solo en una ocasión: En el versículo noveno del primer capítulo. Es como si él se hubiera concentrado tanto en Cristo, que no le quedó tiempo para pensar en su sufrimiento y soledad. Si él había estado deprimido por sus problemas, es evidente que los olvidó por completo ante la luz de la visión de la gloria divina y optó por fijarse totalmente en Cristo.
En un congreso mundial de evangelización celebrado en Manila, Filipinas, se demostró con documentación que desde 1950, es decir, en 62 años, doce millones de cristianos habían sido asesinados por su fe en todo el mundo.
¿Qué significan tus problemas frente a doce millones de hermanos tuyos que han perdido la vida?
¿Hay esperanza para tus problemas y para tus sufrimientos personales?
Sí.
Cristo dice a la Iglesia en Esmirna y a ti: “Yo conozco…. tu tribulación” (Apocalipsis 2:9). Cristo sabe cuál es nuestro Patmos y nos socorre en el momento oportuno.
Autores: Juan Antonio Monroy
Protestante Digital