¿Para usted qué significa la palabra «mentor»? Descubra con nosotros como dos pastores fueron los mentores de dos hombres que, con el tiempo, llegaron a ser sus sucesores en el ministerio pastoral. Además, estos pastores comparten con nosotros distintas formas que lo ayudarán a descubrir aquellas personas que pueden llegar a ser grandes líderes en su iglesia.
Su trabajo como líder no termina hasta que haya preparado a la siguiente generación. Dos pastores describen los beneficios de ser el mentor de una persona con el fin de prepararla para que llegue a ser su sucesor.
Foro de liderazgo
Stuart Briscoe dice que no sabía lo que era ser un mentor hasta hace unos pocos años. Pero, si la iglesia que dirigió durante 30 años es un indicio, Stuart fue un mentor antes de saberlo. Cuando Stuart se jubiló en el año 2000, Mel Lawrenz, pastor asociado y testigo del ministerio de Stuart por 20 años, fue llamado a ser el pastor general. Actualmente, la iglesia Elmbrook, en un suburbio de Milwaukee, prospera bajo el liderazgo de Mel.
Bob Russell describe la palabra mentor como una «ósmosis», pero su intención es que alguien llegue a ser su sucesor. Actualmente, Bob tiene 59 años y comparte el púlpito con David Stone, 18 años menor y pastor asociado de la floreciente iglesia Southeast Christian Church en Louisville, Kentucky. David ya ha sido reconocido por los ancianos de la iglesia como el próximo pastor general, cuando Bob decida jubilarse. Además, la iglesia trajo recientemente al equipo un tercer predicador de 26 años, y así el círculo de mentores continúa.
Pocos pastores están tan involucrados en la selección de sus sucesores; sin embargo, todos ellos se enfrentan a la tarea de levantar líderes dentro de la congregación, ya sea miembros de equipo o voluntarios. De esta forma, se hace posible que el ministerio viva más allá del tiempo que ellos están en el liderazgo. Los editores de Leadership, Marshall Shelley y Eric Reed les pidieron a estos dos pastores que describieran cómo trabajan junto a líderes más jóvenes y, si el Señor así lo desea, conforme a ellos.
Los pastores nos comentan que es una lucha encontrar buenos líderes. ¿Hay escasez de líderes o es que buscamos en los lugares equivocados?
Bob Russell: Muchas iglesias no tienen líderes fuertes. Nuestra iglesia ha crecido; sin embargo, hemos tenido también tiempos difíciles. Hemos llamado a varias personas para formar parte del liderazgo, pero responden: «Es mucha la responsabilidad y creo que no estoy listo para eso».
Además, las personas tienen diferentes conceptos acerca de qué forma a un líder. ¿Una personalidad dinámica? ¿Un corazón de servicio? ¿Dones especiales? La medida cada vez es mayor ya que la gente cree que un líder tiene que hacer de todo. Necesitamos ver más allá de las personalidades dinámicas y carismáticas. Debemos estar alerta con respecto a los individuos que tienen el carácter para inspirar a otros a que los sigan.
Stuart Briscoe: Mis dos hijos son líderes talentosos y eficaces en sus iglesias. Uno es cándido, sociable, de corazón abierto, y excelente comunicador. El otro le gusta estar detrás del escenario, es detallista, con una personalidad confiable y con corazón de pastor.
Las personas tienden a pensar en la personalidad cándida como lo que caracteriza a un líder, pero el liderazgo es mucha más que personalidad. El liderazgo es acerca de influenciar a las personas. Cada uno tiene esa habilidad en cierto grado. Nacemos con eso. Pero ¿se puede identificar? ¿Se puede canalizar? ¿Es deliberado?
Russell: Usted necesita diferentes tipos de líderes en los distintos departamentos. El líder en nuestro departamento de la tercera edad es un sargento. Todo ahí está en orden. Sin embargo, un líder de un grupo pequeño tiene que relacionarse más.
Briscoe: Algunas personas son líderes con un solo don, otros tienen cinco, pero la clave es colocar a todo el mundo en alguna posición de influencia y abrirles las puertas para ascender. Es cuestión de preguntar: «¿Dónde se ajusta mejor esta personalidad para que llegue a dirigir a otros?» Como dijo Bob, «¿en cuáles situaciones?».
No preocupo a la congregación diciéndoles: «Tenemos cien personas y tal vez diez de ellas sean líderes.» Al contrario, digo: «Aquí hay cien personas. Cada una de ellas es un creyente dotado y donde mora el Espíritu para así ejercer cierta influencia en esta comunidad». Si hacemos que ellos crean esto y que encuentren su área, estas personas se desarrollarán.
¿A quién se pasa por alto regularmente en la búsqueda de líderes?
Briscoe: A la gente joven. Los líderes no tienen por qué tener el cabello canoso. Muchos de los que tienen veintitantos son personas muy capaces. Para nosotros es muy importante la forma en que se establecen nuestros equipos de ministerios. Por ejemplo, nuestro ministerio de adolescentes involucra, desde el inicio, a jóvenes adolescentes en el liderazgo. Aun a esa edad, los líderes surgen. Mantenga su vista en ellos.
Russell: Tal vez lo más importante que podríamos decirle a las iglesias sin líderes es: «Vayan afuera y ganen algunos para Cristo, con el tiempo serán líderes en la iglesia».
¿Cuáles señales sugieren que una persona es capaz de tener un mayor liderazgo?
Russell: Tenemos un programa de desarrollo de líderes voluntarios que pone a la gente a trabajar en varios ministerios, como los internados que hay en los hospitales. Estamos atentos a su ética laboral, a su amor por el Señor, a que doctrinalmente estén bien, o a que tengan una pasión por un ministerio en particular. Además, la «química» es importante. Alguien puede tener integridad y pasión, pero no necesariamente calza con nuestro estilo de ministerio o con otros líderes.
Briscoe: Lo primero que busco es madurez espiritual. Luego, en orden de prioridad, busco por: un amor genuino hacia las personas, un espíritu de servicio, trabajo en equipo. Si esas características son claramente visibles, ellos ya están influenciando a otros. Seguidamente, es un asunto de darles aquellos, que se han probado a ellos mismos en cosas pequeñas, las oportunidades para probar que van a ser fieles en las cosas grandes.
¿Cómo reconocen la madurez «en el estado natural»?
Russell: Le diré como trato de no hacerlo: por curriculum o por entrevistas. He renunciado a eso porque pueden persuadirme muy fácilmente. Las personas con un carisma tremendo pueden usar eso para la gloria de Dios. Sin embargo, muchas veces esas personas han dependido de su carisma por tanto tiempo que nunca llegan más allá.
Entonces pregunto: «¿Hay alguien que ya está siguiendo a esta persona?» Si están enseñando, ¿es la clase entusiasta? ¿Las personas están aprendiendo? ¿Está creciendo su liderazgo? O, si dirigen un departamento, ¿es eficiente?
Cuando asistía a la universidad, Marvin Rickard predicaba en una de las primeras iglesias grandes. Guiaban a 2000 personas –algo poco común en ese entonces. Sin embargo, Marvin no era tan dinámico ni ágil en el púlpito. Él sólo abría la Biblia y enseñaba, esto era diferente a como habíamos sido entrenados.
Algunos estudiantes fueron a su iglesia en Los Gatos, California, y me comentaron: «No sé que está provocando que esa iglesia crezca. De seguro no son sus predicaciones porque son muy enredadas». Estabamos tan encerrados en el estilo de predicación que nos habían enseñado, que fallamos a la hora de reconocer los dones que él tenía.
Lo mismo ocurre con los líderes que se reconocen. En lugar de buscar un rasgo en particular de liderazgo, decimos: «¿Qué está ocurriendo bajo la influencia de esta persona?» De esta forma, trataremos de mirar menos las apariencias externas y no pasar por alto a la persona del carácter.
Cada uno de ustedes fue el mentor de alguien que, como pastor, los reemplazó o lo va hacer. ¿Qué fue lo primero que vieron en ellos?
Briscoe: Desde muy temprano, Mel Lawrenz mostró una madurez y una inteligencia admirables. Cuando tenía veinte años, fue un joven devoto con una personalidad confiable. Vi en él características que yo mismo no tenía. Admiraba sus habilidades analíticas y lo respetaba.
Mel y yo hemos estado juntos por 22 años, pero me siento un poco culpable al hablar acerca de «ser mentor». Uno o dos años atrás, nunca hubiera escuchado ese término. Supongo que lo he sido, y que otros me han influenciado en esa forma, pero no sabía que era así como lo llamaban.
Russell: A mi ocurre como Stuart. «Discipulado» se convirtió en una palabra popular hace una o dos décadas, pero «mentor» es un término más nuevo. Sin embargo, eso es lo que hemos estado haciendo.
Hace quince años, predicaba cinco veces cada fin de semana, así que empezamos a buscar a alguien con quien compartir el púlpito. David Stone hablaba en nuestros servicios de fin de semana. A todo el mundo realmente le agradaba. Invitamos a David a formar parte del equipo para que cada año predicara por seis fines de semana. Cada año le agregábamos un fin de semana. Cuando tiene alguien con dones, usted debe darle, progresivamente, más oportunidades para usarlos o perderá a está persona.
Está claro que ustedes no sabían que estaban siendo el mentor de alguien. ¿Cómo describirían su relación?
Briscoe: Mel hacía todo conmigo. En cualquier reunión a la que asistía, él estaba ahí. En cualquier discusión que yo tenía (excepto las de consejería personal), él estaba ahí. Pasamos horas juntos hablando del ministerio, del pastorado, del cuidado de las personas. Siempre compartíamos lo que leíamos. Cada semana asignábamos lecturas al equipo, y en las mañanas de los lunes las discutíamos.
En el curso ordinario de los eventos, fue fácil entender su corazón, escuchar sus problemas, entrar en su mente, y él estaba haciendo lo mismo conmigo todo el tiempo. Aprendimos uno del otro. El «ser mentor» ha sido algo mutuo y casual.
Russell: David y yo nos comunicamos constantemente por correo de voz. Cada semana nos vemos para hablar acerca del próximo sermón y para evaluar los de las siguientes semanas. Después de que alguno de nosotros predica la noche del sábado, nos llamamos con sugerencias de último momento antes del domingo.
Al principio, David estaba totalmente renuente a criticarme. Sólo me decía lo que él pensaba que era positivo. Finalmente le dije: «Aprecio que me animes, pero si no me das ninguna sugerencia, no me estás ayudando».
A la semana siguiente, me dejó un correo de voz: «¿Qué rayos estás haciendo en el ministerio?» (Ríe). Él tiene un gran sentido del humor. Él aprende de mí, y yo de él.
¿Cómo han cambiado en estos años como mentores?
Russell: La imagen que tenía de un mentor era alguien que cada semana preparaba un desayuno para sentarse y exponer su vida a otra persona. Lo intenté una vez. No funcionó.
Eventualmente empecé a invitar a las personas a las cosas que yo hacía. Les decía: «Voy a ir a un compromiso donde tengo que hablar. ¿Te gustaría ir?» Podía haber dos o tres personas que me acompañaban, pero eso satisfacía alguna de sus necesidades.
Cuando veo a una persona joven que realmente desea tener un mentor, le digo: «¿Por qué no vienes a nuestra reunión donde examinaremos el sermón del jueves? No digas nada al menos de que se te pida hacerlo. Cuando la reunión termine, tendrás que irte porque tenemos otras cosas por discutir».
Cuando el joven discípulo gana cierto grado de confianza, le digo: «Voy a dejar que vengas a una reunión de equipo. Vas a escuchar cierta información que necesita mantenerse como confidencial. Rompes esa confianza, y no vendrás a ninguna otra reunión».
Cuando algo sale a la luz en la reunión, por ejemplo, una debilidad de algún miembro del equipo, y yo sé que no puede divulgar, detengo la reunión y le digo a esta joven persona: «Cameron, ¿cuál es el lema?»
«Señor, si veo o escucho algo, aquí se queda cuando me marcho.»
«Muy bien, sólo quería que lo recordaras.»
La generación posmodernista desea honestidad, no falsedades. Cuando ellos llegan a ver las cosas como realmente son, se sienten como parte del equipo. Cuando son expuestos a los trabajos internos de la iglesia, eso satisface esa necesidad.
Briscoe: Mucho se obtiene de estas reuniones de uno-a-uno. Tengo mucho más solicitudes que tiempo para llenarlas. Por eso, cuando las personas vienen y piden que sea su mentor, a menudo les digo: «No puedo hacer eso exactamente, pero puedo darte una lista de lecturas.» Muchas de las personas que fueron mis mentores y tuvieron una enorme influencia en mí, fueron personas que nunca conocí excepto en sus libros.
Una vez me sorprendí cuando fui a la oficina de un pastor y tomé un libro. Le dije: «Ah, este es uno de los libros que he estado recomendado.» Él me respondió: «Ve ese estante. Compré cada uno de los libros de la lista que usted me dio, y en eso estoy.» Eso me tomó por sorpresa. ¡Yo ni siquiera he leído todos los libros que he recomendado! (Ríe)
Russell: He aprendido mucho más en las situaciones informales que cuando alguien me dice: «Veámonos por una hora para así enseñarte varias cosas». La exposición a un líder en acción es más significativa que la enseñanza estructurada.
Briscoe: El liderazgo no se enseña, se atrapa.
Ustedes han hablado acerca de darle a la gente oportunidades. ¿Entre ellas está el derecho a fracasar?
Russell: Para que alguien aprenda a ser líder, necesita mucha libertad. De otra forma, van hacer todo como a usted le gustaría que lo hicieran. Pero si ellos se adueñan de ese programa y saben que son los responsables del resultado, es más probable que utilicen sus dones creativos, tengan pasión por ello, y aprendan lo que el liderazgo acarrea.
El único momento en que me involucro es si veo un error que realmente dañará a la persona o a la congregación. Luego me digo: «No voy a dejar que cometa esa equivocación».
Briscoe: Una de mis historias favoritas cuando estabamos criando a nuestros hijos era la de un boxeador que le dijo a su entrenador: «Quiero el campeonato».
El entrenador le dijo, «No, no estás listo para el campeonato.» «Pero quiero pelear por él. Estoy listo. ¿Por qué no puedo pelear por él?» «Porque», dijo el entrenador, «tú tienes sencillamente tantas peleas, y es mi trabajo escoger las indicadas.»
La oportunidad para tener éxito siempre acarrea la posibilidad de fracasar. Necesitamos darle a nuestros líderes jóvenes una red de seguridad, la cual los ayudará a seleccionar aquellas oportunidades que ellos decidan emprender. No voy a dejar que se autodestruyan en público, eso sería un fracaso catastrófico. También necesitamos realizar un control de daños cuando ellos fracasan.
¿Cuál es un ejemplo de control de daños?
Russell: En una reunión de varones, Kurt, uno de nuestros jóvenes ministros contó una noticia de un periódico que decía que un juez local había sido arrestado por conducir ebrio. Kurt utilizó esto como un ejemplo de hipocresía. Uno de los hombres en la habitación era vecino de este juez. Él se levantó, confrontó a Kurt, y le dijo: «Necesitamos ser más compasivos».
Otros hombres vinieron a la defensa de Kurt. El asunto llegó hasta mi escritorio.
Al siguiente sábado, asistí a la reunión de varones. Dije: «Nosotros sí necesitamos ser más compasivos. Vamos a invitar al juez para que venga a nuestra reunión para que podamos orar por él y apoyarlo durante este tiempo. Pero ¿saben qué? Eso es un ejemplo de hipocresía». Apoyé a Kurt para que todo el mundo pudiera ver que estaba con él.
Algunos de los hombres me dijeron después: «Vi lo que usted hizo. Aprecio que usted se mantuviera con su amigo».
Darle a otros terreno para crecer significa que usted debe retroceder para crear ese espacio. ¿Qué demanda eso de usted?
Russell: Algunas veces es una lucha. Es aprender a tragarse el orgullo. La gente a menudo me dice: «David dio el más grande sermón» o «No sé si fue usted o David quien dijo…»
David y yo conversábamos el otro día antes del servicio, cuando una mujer se acercó y nos dijo: «Mi hijo de quince años sencillamente ama sus predicaciones. Él opina que usted es él más divertido. ¿Podría venir y conocerlo?»
David me preguntó después: «¿Eso te molestó?»
«No», respondí, «Yo también solía predicar a un nivel de secundaria.» (Ríe)
David ha aumentado cada año su tiempo en el púlpito. Ahora, predica alrededor de la mitad de nuestros servicios, y este año, por primera vez, predicó en todos los servicios de Semana Santa.
También trajimos ahora a un joven hombre, Kyle Idleman, quince años menor que David. Él predica diez veces al año y ¡sin apuntes! Ahora David y yo estamos escuchando lo bueno que Kyle es.
Nuestra gente lo ama. El punto es que usted tiene que estar dispuesto a tragarse su ego para traer a la próxima persona.
Briscoe: El epitafio de la tumba de Juan Wesley en Londres, dice: «Dios entierra a sus hombres trabajadores, pero su obra continúa». Traté de levantar a Elmbrook con esa idea. Cuando se acercaba mi cumpleaños número setenta, le dije a la iglesia: «Hay tres opciones abiertas para mí: Ustedes me pueden echar a patadas. O ponerme un fin. O puedo marcharme» Yo escogí la última opción.
La iglesia consideró las suyas. Mel había servido como pastor asociado por muchos años, y cuando la iglesia escogió a Mel como pastor, ambos, él y la iglesia estaban listos. Mi responsabilidad era dejar el camino libre.
Recuerdo el viejo lema de Youth For Christ (Jóvenes para Cristo): «Anclados a la Roca; preparados para los tiempos». A medida de que envejecemos, pensamos en términos de estar anclados a la Roca, pero las personas más jóvenes están listos para los tiempos. En todos estos años, hemos anclado nuestra iglesia a la Roca. Tal vez es tiempo de que alguien venga y, en una forma refrescante, esté preparado para los tiempos.
Lo que Stuart me enseñó acerca del liderazgo
Tres preguntas para el sucesor de Briscoe, Mel Lawrenz.
1. ¿Cómo te ayudó Stuart a crecer como líder?
Stuart no nos encerró dentro de metodologías. Él pensaba que la misión era primero y que el método venía después. Con la libertad del Espíritu, existen muchos posibles caminos para hacer lo que supuestamente debemos estar haciendo. Stuart siempre le dio a su equipo la libertad y la responsabilidad para desarrollar formas de ministerio que fueran apropiadas para ellos personalmente y para las necesidades del día.
Él mantuvo claro y simple el enfoque en nuestro propósito. Creó en nosotros el sentido que trabajamos en una importante tarea, y que no vamos a ser artificiales con respecto a la guía del curso del ministerio.
Yo era un interno en Elmbrook cuando Stuart me pidió que me uniera permanentemente al equipo. Él dijo: «¿Qué crees que te gustaría hacer?»
Regresé un par de días después y le dije: «Mi esposa y yo hemos estado orando y creemos que necesitamos trabajar en el área del matrimonio y del ministerio familiar».
Stuart dijo, «Grandioso», y así es como empecé. Eso no es nuestra forma usual de involucrar a las personas. Sin embargo, es un ejemplo de la determinación de Stuart para darle a las personas la libertad de crear el ministerio que se ajusta a ellos y a la iglesia.
Stuart dice que la iglesia debería tener sólo la organización que necesita. Buscamos esto una vez más. Necesitamos darle a la iglesia la suficiente estructura, pero la iglesia es un organismo vivo y palpitante. La estructura puede sofocar a la iglesia si imponemos la organización hasta el punto en que se convierta en burocracia. He tratado de preservar esta libertad para que sea dirigida por el Espíritu, entretanto le doy a las personas el apoyo apropiado para sus ministerios.
2. ¿Qué aprendió usted acerca de encontrar futuros líderes?
Tres cosas, creo: (1) buscar personas que van a ser miembros de equipo, que se lleven con los demás; (2) saber que su sistema de valores es compatible con los valores de la iglesia, que están en completa armonía con lo que somos como iglesia; (3) saber que sus dones encajan con la tarea.
Esos son tres asuntos importantes, pero menciono de tercero a los dones porque a menudo se pone de primero en la lista. A veces hemos traído a personas que tienen poca experiencia en el área del liderazgo. Sin embargo, estamos seguros de su espíritu de equipo, de su sistema de valores, y de que tienen los dones apropiados. Las iglesias que miran primero la experiencia pasan por alto a muchas personas buenas. Incluso un novato en un área en particular puede tener éxito si el espíritu y los valores son los correctos. ¿De que otra forma vamos a levantar líderes?
3. ¿Cómo te anima Stuart?
Su forma de animar es pasar cortos periodos de contacto directo y enfocado, y sentir un placer genuino en cualquier cosa fructífera que esté ocurriendo en el día. Stuart es un pensador crítico –él ve las cosas clara y resueltamente, y sabe lo que no le gusta– pero generalmente busca gozarse en lo positivo.
Se goza profundamente de los logros de otros. Su fe y seguridad completa en el ministerio de Elmbrook significó que no gastará mucha energía en él mismo, pero que sí reconociera a otros. Y eso es lo que le permite compartir el liderazgo. A él realmente no le interesa colocar su nombre o sello personal en todo lo que ocurre.
La frase favorita de Stuart es «No anticipo dificultades mayores». (Jill dice que eso va a estar en el epitafio de Stuart). Lo que no se dice es que no vamos a tener dificultades, pero que vamos a tener fe en que Dios preservará la dirección general de la iglesia. Creo que eso produjo seguridad en nosotros y nos dio libertad. Eso realmente te anima.
Mel Lawrenz es el ministro general de la iglesia Elmbrook Church en Brookfield, Wisconsin.
La actitud deliberada de Bob Russell
Tres preguntas con respecto a las predicaciones asociadas y la designación de un sucesor, David Stone.
1. ¿Cómo ha aumentado Bob tu papel ante la congregación?
Cuando empecé a predicar en la iglesia Southeast Christian, yo era el hombre «de relleno», que predicaba entre series o que cubría vacaciones. Luego Bob empezó a involucrarme en las series de sus predicaciones. Después empezó a darme las asignaciones más difíciles. Cuando predicábamos acerca de temas actuales y controversiales, Bob me daba aborto y homosexualidad, y él se quedaba con los temas livianos.
Hemos compartido las predicaciones de los servicios de Semana Santa, pero este año me dijo: «¿Por qué no predicas en todos los servicios de Semana Santa?» ¿Qué tan humilde es eso? Es como si el ganador del premio Cy Young1 dijera: « David va a ser el lanzador en el juego uno de la Serie Mundial, y yo lo seré en el segundo juego».
Tal vez no tenga mucho sentido en la Serie Mundial, pero cuando Bob hace eso, le comunica a la congregación: «Este hombre vale la pena escucharlo. Vale la pena seguirlo».
2. ¿Cómo ha desarrollado Bob tus habilidades de liderazgo?
A mi no me trajeron para que fuera el reemplazo de Bob, pero con los años se volvió más evidente que nos llevábamos muy bien. Ahora parece que todo está yendo hacia esa dirección –a que seré su sucesor. Alrededor de hace cuatro años, los ancianos aprobaron un plan de transición, y Bob anunció a la congregación que yo sería su sucesor cuando el decidiera jubilarse. Él me ha apoyado públicamente muchas veces, pero al poner su bendición en mí, me forzó a «levantarme».
Cuando trabajamos en algo juntos y Bob me dice: «Sabes, cuando tu seas el ministro general de esta iglesia, tu tendrás que ser un mejor líder de lo que yo soy en esta área». Eso es bastante serio. Él es un líder extraordinario y quiere que yo sea mejor de lo que él es.
Parte de su plan es darme una perspectiva bien refinada de la organización, más allá de mi mundo de predicación. Por nueve años, fui el representante del equipo en el comité edificador para nuestro proyecto de redestinación. Bob y los ancianos me enviaron a un programa de liderazgo ejecutivo, y por los últimos cuatro años, me he convertido en un administrador que supervisa una variedad de ministerios.
En los últimos tres años, he dirigido el comité de desarrollo de liderazgo. Bob sabe que tengo un gran interés en los futuros diáconos y ancianos porque estaré trabajando con ellos por un largo tiempo, por eso, él me está dando esa responsabilidad. Hace poco contratamos a un tercer predicador, y él dejó que participara en la decisión. Eso es también compartir el poder.
3. Describa el papel del sacrificio a la hora de desarrollar líderes.
Bob está haciendo todo lo que puede para preparar el camino para que mi ministerio tenga éxito. Y eso requiere humildad. No todo el mundo tiene el deseo de crucificar su ego por el bien del reino. Mi situación es la excepción, no por el tamaño de la iglesia, sino porque mi más grande partidario es el ministro general.
Hemos llegado a formar una relación de hermano mayor y hermano menor, un parentesco donde usted sacrificaría su vida o mejor aún, renunciaría a una ilustración mayor para que la otra persona sea el que la use porque ¡él es el siguiente en predicar! En mi libro, sacrificar una ilustración va más allá, es como renunciar a la vida porque ¡usted no puede recuperarla de nuevo!
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