Da gracias a Dios por lo que tienes y deja la amargura por lo perdido

Dale gracias al Señor por lo que tienes y deja la amargura por lo que has perdido. Imita sólo lo bueno que recibiste de tu familia para construir un hogar lleno de bendición.

Hace poco, mi esposa y yo nos preparábamos para ministrar a nuestra familia y el Señor me mostró lo importante que es el patrón de crianza que los padres asumimos con nuestros hijos. Especialmente en lo que se refiere al manejo de la amargura.

Hebreos 12: 15-17 nos advierte que debemos tener cuidado y evitar que la amargura nos dificulte alcanzar la gracia de Dios y pone por ejemplo a Esaú quien vendió las bendiciones de la primogenitura por un plato de comida y al final se amargó por las consecuencias de sus actos. La gente recibe la raíz de la amargura en el hogar donde crece. La historia de Esaú empieza con Jacob, su padre, quien se casa con Rebeca que da a luz a sus gemelos, Esaú y Jacob que eran muy diferentes por lo que uno fue el preferido del padre y el otro de la madre. Entonces, en casa de Jacob había dos bandos, lo que es un grave error.

La primera reacción delante de un hogar que ha pasado por momentos adversos es de amargura como la de Esaú que se pelea con su hermano, no obtiene las bendiciones del padre y después se divorcia de la primera esposa para casarse con otra porque la amargura lo siguió hasta el nuevo hogar que formó.

La segunda reacción es la de Jacob que huye y forma otra familia con grandes problemas ya que se casa con dos hermanas porque amaba a una y lo obligaron a desposar primero a la mayor. La esposa amada es estéril y la otra es la que le da hijos. Al primero le puso un nombre que significa “Dios vio mi aflicción”, es decir que nombra a su niño con el problema que vive y hace lo mismo con los siguientes hijos. Eso es terrible. Como si te despidieran antes de que tu hijo nazca y al nacer le nombres: “despido”. Así creció la familia hasta completar doce hijos, cada uno nombrado recordando el problema que arrastraban.

El error de Jacob fue vivir en un hogar donde vio la división y no superarla. Ciertamente, él no se amargó pero tampoco aprendió y triunfó. Simplemente dejó que todo volviera a suceder en su propia familia. Hay muchos así, sanos en su corazón pero que no tienen virtud nueva porque repiten en su hogar lo que vivieron con sus padres. En el caso de la familia de Jacob, sus hijos también se dividieron. Sintieron envidia por su hermano José, el favorito de Jacob, lo vendieron como esclavo y la historia se repitió.

La tercera reacción es la de José que no se amargó. Aunque tuvo suficientes razones, superó el dolor, aprendió de las experiencias, llegó a ser gobernador de Egipto, se casó y tuvo dos hijos. En Génesis 41: 49-52 leemos que a uno le llamó Manasés porque Dios le hizo olvidar todo su trabajo, y toda la casa del padre. Y al segundo le nombró Efraín porque Dios le hizo fructificar en tierra de aflicción. De esa forma, José declaraba que estaba sano, no tenía cicatrices y daba fruto con una familia unida. Añadió virtud a su vida y construyó el hogar que siempre deseó. Eso es precisamente lo que Dios quiere para tu vida, que logres edificar un hogar feliz y estable.

La Biblia dice que el Señor nos rescató de la vana manera de vivir que heredamos de los padres. Por medio de la sangre preciosa de Jesús, eres una nueva persona, no tienes que seguir el camino que te trazaron, puedes seguir Su camino porque la sangre que corre por tus venas es la del Hijo de Dios. Ahora perteneces a la familia del Señor, estás convencido de que Él te bendecirá y obtendrás Sus promesas porque te ha dicho cómo se hacen las cosas.

Otro ejemplo de persona que superó la amargura es Nohemí que perdió a su marido y sus dos hijos. Al quedarse sólo con Ruth, una de sus nueras, dijo que la llamaran Mara que significa “amargura”. Pero ayudó a Ruth a casarse con otro hombre temeroso de Dios y con dinero. Tienen un hijo y le dicen a Nohemí que ese niño servirá para restaurar su alma. Nohemí podía ver la muerte de unos y amargarse o ver el nacimiento y sentirse bendecida. Así son las familias, todas pierden y ganan por muerte, abandono, divorcios o traición pero también ganan porque nacen niños, los jóvenes se casan y hay gente que brinda amor.

Tú puedes contar con una mano las personas que te han abandonado y con la otra las personas que están a tu lado. Puedes vivir amargado por lo que no te dieron o feliz por lo que sí te han dado. Si sumaras los detalles buenos como cuentas los malos, vivirías feliz. Si agradecieras de la misma forma como te quejas, serías una persona diferente. Aprende a ser una persona con buen corazón que da fruto. Dale gracias al Señor por todo el amor que te ha dado. Deja atrás el mal ánimo y amargura, decide tener paz porque eres hijo de Dios, formas parte de Su familia y desea bendecir tu hogar.

Por: Pastor Rodolfo Mendoza
Cashluna.org