Por Angel Diaz.- En las iglesias cristianas se celebra o conmemora la Semana Santa y se inicia con la entrada triunfal de Jesucristo a Jerusalén, también llamado Domingo de Ramos, y esto ocurrió hace casi 2000 años. Pero lo que hoy desea Jesús es que tú celebres… su entrada triunfal en tu corazón o vida (Apoc. 3:20).
Contexto historico: En los evangelios (Mateo 21:1-11,Marcos 11:1-11, Lucas 19:28-44, Juan 12:12-16) relatan este episodio (La entrada triunfal de Jesús a Jerusalén) ocurrido tres dias antes de la crucifixión de Jesús, llamado el Cristo Esto fue profetizado 520 años antes del nacimiento de Cristo, por el profeta Zacarias (Zac.9:9).
Los judios hasta hoy esperan otro mesias porque ellos querian que Jesús cumpliera el resto dicho por el profeta (Zac.9:10). No sabiendo que esto ocurrirá en su segunda venida. Lo más importante para Jesús en ese entonces era morir por todos los seres humanos y cumplir asi lo dicho tambien por otro profeta, Isaias (Is.53:4-7). Y que era realmente el proposito de su primera venida.
El propósito de la entrada triunfal en Jerusalén
Una de las cosas que más nos sorprende cuando leemos este pasaje, son las medidas que Jesús tomó para atraer sobre sí las miradas de las multitudes en su entrada a Jerusalén. Esto no quiere decir que el Señor no hubiera estado rodeado anteriormente en muchas ocasiones de multitudes que le buscaban y seguían, pero a lo largo de todo el Evangelio, Marcos nos ha mostrado una y otra vez cómo Jesús intentaba evitar la publicidad: aconsejaba a muchos de los sanados que guardasen silencio sobre la sanidad recibida, se retiraba con sus discípulos para orar y tener instrucción privada con ellos, incluso, cuando quisieron hacerle rey, él se fue apresuradamente. Pero ahora todo esto es diferente, ¿por qué?
Bueno, la explicación más lógica sería que si una manifestación como la que ahora vamos a considerar hubiera tenido lugar antes, habría adelantado también el momento de la Cruz. Y sin duda esto no era conveniente, porque no habría habido tiempo suficiente para formar a los apóstoles que después serían los encargados de anunciar el reino de Dios al mundo, y por otro lado, Dios en su misericordia deseaba prolongar las oportunidades para el arrepentimiento de su pueblo antes de traer el juicio sobre él, aunque finalmente, ante su persistente rechazo, el juicio tuvo que venir.
Pero si bien no habría sido conveniente presentarse antes de esta forma pública, por otro lado, era imprescindible hacerlo, puesto que Jesús era el Mesías prometido, y como tal, debía manifestarse a las multitudes que lo esperaban, y el lugar indicado tendría que ser necesariamente en Jerusalén, la capital del reino. Tal como el ciego Bartimeo había reconocido, Jesús era el legítimo «Hijo de David», aquel a quien Dios había prometido su trono y quien sería el heredero de todas las promesas hechas a David.
Después de la entrada triunfal
Dos cosas muy interesantes hace Jesús depués que es recibido por la multitud en Jerusalén. 1) Llorar por la misma Jerusalén (Luc. 19:37-44). 2) Visita al templo y echó a los que vendian (Luc.19:45-48). Era un dia de alegria, pero Jesús sufria por la situación real de Jerusalén, no por el estado de sus calles o edificios, que a decir verdad eran muy hermosos y grandes (Marcos 13:1-2, Luc.21:5-6).
El lloraba por el estado de los corazones de sus habitantes que lo que querian era satisfacer sus necesidades fisicas y aspiraciones politicas. Hoy Jesús tambien debe estar llorando cuando mira hacia la tierra y observa que lo que desea profundamente la gente es lo mismo: guerras y satisfacción de sus necesidades fisicas y sociales a como de lugar.
Jesús quiere entrar triunfando en tu vida (Apoc.3:19-20).
El Señor quiere entrar a tu vida para darte esa felicidad que nunca has tenido, que ni las drogas, ni el alcohol, ni el sexo, ni el dinero te podrán dar. Ni aun un cambio politico en nuestros paises. Será una felicidad eterna, no efimera, que aunque vengan problemas a tu vida tú podras superar con la ayuda de él y celebrar triunfos tras triunfos (Juan 10:9,14,16).
Celebremos hoy la entrada triunfal de Jesús en nuestros corazones y seremos felices hoy y por la eternidad (Lucas 18:29-30). Deja que Jesús realmente entre a tu vida. No es una religión o tradición lo que necesitas. Es a Cristo mismo a quien tú necesitas para ser salvo, para ser considerado un hijo de Dios y tener la felicidad eterna. (Juan 1:12-13).
¿Qué estaba entendiendo la multitud?
No deja de resultar sorprendente que en tan sólo una semana las multitudes cambiaran tan drásticamente de opinión en cuanto a Jesús. Todo esto nos lleva a preguntarnos por qué estaban aclamándole en esta ocasión como rey.
La razón más probable es que lo veían como un Mesías en sentido político, alguien que se levantaría contra el poder militar y político de los romanos.
Otros tal vez se unieron a la comitiva que venía de Betanía porque habían oído el milagro de la resurrección de Lázaro y sentían curiosidad por verle.
Muchos se sentirían contagiados por el entusiasmo popular, o actuaban simplemente por imitación.
Quizá estaban allí porque era la fiesta de la Pascua y Jesús pasaba a su lado.
Y otros, como los líderes religiosos, simplemente le observaban mientras preparaban su asesinato.
Pero entre todos ellos, ¿habría alguien que entendía que Jesús era el Rey manso y humilde del que había profetizado Zacarías? ¿Comprenderían que él iba a ocupar una cruz y no un trono? Desgraciadamente también en nuestros días son muchos los que participan en actos religiosos cristianos sin saber quién es Jesús y lo que él demanda de ellos.
Muchas de estas manifestaciones populares son muy superficiales y no debemos fiarnos mucho de ellas puesto que están basadas en la ignorancia y en el efecto psicológico que produce una multitud enfervorizada. Este tipo de entusiasmo es sólo temporal, y cualquier presión en sentido contrario lo hará cambiar de dirección, como efectivamente ocurrió una semana después con la inmensa mayoría de aquella multitud que aquel día aclamaban a Jesús como Rey.
El pollino sobre el que nadie había montado
1. Los preparativos
Como antes comentábamos, en esta ocasión el Señor preparó anticipadamente los detalles de su entrada en Jerusalén. Para ello envió a dos de sus discípulos para que le trajeran de la aldea un pollino sobre el cual iba a entrar montado. Todo esto nos llama la atención, porque Jesús podría haber entrado en la ciudad andando como hacía siempre, pero al tomar esta decisión estaba indicando que tenía un propósito concreto.
2. La profecía de Zacarías
Es muy probable que ni los discípulos, ni tampoco las multitudes, se dieran cuenta en medio del entusiasmo generalizado de que en aquel preciso momento ellos estaban participando en el cumplimiento de lo que Zacarías había anunciado siglos antes:
(Zac 9:9) «Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.»
3. Un pollino sobre el que nadie había montado antes
Otro detalle al que debemos prestar atención tiene que ver con el pollino que Jesús eligió para entrar montado sobre él en Jerusalén: «Hallaréis un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado».
Los que entienden del asunto dicen que el pollino de asno es un animal difícil de domesticar para ser montado. Por lo tanto, cuando el Señor lo montó y el animal se comportó de una forma dócil, esto fue evidentemente un milagro que demostró el poder del Señor sobre la creación animal.
Pero creemos que ésta no era la lección principal que el Señor se proponía enseñarnos. Había otro detalle aun más importante y era que un animal dedicado a un propósito sagrado no debía haberse usado antes para tareas cotidianas (Nm 19:2) (Dt 21:3). Esto servía para resaltar que esta entrada que Jesús estaba realizando en Jerusalén se revestía de un carácter sagrado.
4. La humildad de Jesús
Sin lugar a dudas, esta descripción que Marcos nos hace de la entrada triunfal de Jesús, tuvo que haber sorprendido mucho a sus primeros lectores romanos. Ellos estaban acostumbrados a otros tipos de desfiles triunfales cuando regresaba algún general victorioso o el mismo César. Para esas ocasiones se usaba un carruaje dorado que iría rodeado de los oficiales más importantes, y en el desfile se exhibirían los tesoros y prisioneros conquistados. También los sacerdotes romanos estarían allí ofreciendo incienso a sus dioses.
Pero en contraste con todo esto, el Señor Jesucristo iba montado en un asnillo, sin prisioneros ni riquezas. Esto servía para mostrar con claridad que él se estaba presentando como el «Príncipe de Paz» (Is 9:6) y el «Salvador humilde» (Zac 9:9).
5. Los vestidos y las ramas
Pero aunque la entrada de nuestro Señor se revestía de humildad, no por ello faltaron las muestras de aprecio por parte de las multitudes. El evangelista nos dice que algunos pusieron sus vestidos en el camino por donde él pasaba y otros cortaron ramas que también tendieron en el suelo. Todo esto sirvió como una alfombra improvisada para la cabalgadura que Jesús montaba.
El detalle es interesante si tenemos en cuenta que para ellos el vestido era un símbolo de la dignidad personal y de la posición social que tenían. Por lo tanto, con este gesto de colocar sus mantos de esta manera, estaban mostrando su respeto y homenaje hacia Jesús (2 R 9:13).
6. «El Señor lo necesita»
Y por último, un detalle realmente increíble. Cuando Jesús envió a sus dos discípulos para buscar el pollino, les encargó que dijeran al dueño del animal que «el Señor lo necesitaba». ¿Puede necesitar el Señor algo de los hombres?
Lo cierto es que él tiene todo cuanto necesita. El es Dios y no depende de nadie. Sin embargo, en su humillación se hizo dependiente incluso de sus propias criaturas. El pollino era prestado, como lo habían sido las barcas que usó en Galilea, la casa donde se hospedaba, el aposento donde celebró la última cena con sus discípulos, o incluso el sepulcro donde colocaron su cuerpo muerto.
(2 Co 8:9) «Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.»
Pero notemos que él nunca usó algo para lo que no contara con el consentimiento voluntario de las personas. Y sigue siendo así; aunque tiene el derecho legítimo a todo lo que somos y tenemos, él siempre esperará a que nosotros se lo cedamos voluntariamente y por amor.
«Los que iban delante y los que venían detrás daban voces»
Debemos recordar que Jesús venía de Betania, donde había resucitado a Lázaro, y muchos le acompañaban. Pero al mismo tiempo, la noticia de que él se encontraba de camino había llegado hasta Jerusalén, así que de entre la multitud de peregrinos que ya estaban en Jerusalén para la celebración de la pascua, muchos salieron a recibirle, juntándose con el grupo que venía de camino (Jn 12:1-13).
Por lo tanto, había dos grupos, uno que iba detrás de Jesús y otro delante de él. Y seguramente entre ambos se estaban contestando en sus aclamaciones entusiastas por la venida de Jesús.
1. «¡Hosanna en las alturas!»
«Hosanna» es la traducción hebrea de «salva ahora», y se empleaba como pidiendo liberación a Dios. Lo que la multitud estaba esperando era que Dios irrumpiera y salvara a su pueblo ahora que el Mesías había venido.
No debemos olvidar que en aquellos días la ciudad estaba llena de peregrinos que habían ido a celebrar la Pascua. En esa festividad se recordaba la liberación de la esclavitud de Egipto y el pensamiento generalizado entre todos ellos era cuánto tiempo más pasaría hasta que ellos mismos fueran liberados de la opresión extranjera bajo la que se encontraban en ese momento.
2. «¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!»
Así que, cuando vieron que Jesús se acercaba a la ciudad, con un impetuoso y exuberante entusiasmo, las multitudes usaron el Salmo 118 para reconocerle como el Mesías esperado.
(Sal 118:25-26) «Oh Jehová, sálvanos ahora, te ruego; te ruego, oh Jehová, que nos hagas prosperar ahora. Bendito el que viene en el nombre de Jehová; desde la casa de Jehová os bendecimos.»
3. «¡Bendito el reino de nuestro padre David que viene!»
Evidentemente las multitudes esperaban que Jesús iba a establecer el Reino, y él mismo se iba a sentar sobre el trono de David como el legítimo Rey de Israel.
Pero entre ellos estaban también algunos fariseos que viendo estas «exageradas» aclamaciones sugirieron a Cristo que las desaprobara y refrenara el celo excesivo de sus discípulos. Pero Jesús, lejos de hacer lo que ellos le pedían, afirmó con el lenguaje más enfático posible que lo que las multitudes estaban diciendo era una verdad que no podía ser acallada; él era realmente el prometido Mesías, el auténtico Rey de Israel.
(Lc 19:39-40) «Entonces algunos de los fariseos de entre la multitud le dijeron: Maestro, reprende a tus discípulos. El, respondiendo, les dijo: Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.»
«Entró Jesús en Jerusalén y en el templo»
Cuando Jesús llegó a Jerusalén, su viaje no concluyó en el palacio, sino en el templo. ¿Por qué razón?
Primeramente, porque esa era su casa, y el lugar de su trono. Así había sido siempre en la historia de Israel desde los días en que habían salido de Egipto y Dios mismo moraba entre ellos en el Tabernáculo y luego en el Templo.
Pero al mismo tiempo, se trataba de una visita oficial al mismo corazón de la nación con la finalidad de llevar a cabo una inspección de su estado espiritual.
Y también sirvió para cumplir parcialmente la profecía de Malaquías: «Y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis» (Mal 3:1).
«Como ya anochecía se fue a Betania con los doce»
Pero después de haber «mirado alrededor todas las cosas», aunque se suponía que esa era su casa, lo que vio no le permitía encontrarse cómodo allí y se fue. ¿Qué es lo que vio que tanto le desagradó?
Bueno, si seguimos leyendo veremos que cuando al día siguiente regresó, volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, y dijo: «Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones» (Mr 11:15-19).
El Señor mismo había venido a inspeccionar su casa y lo que encontró es que sus ceremonias religiosas estaban totalmente carentes de significado puesto que lo único que les movía era el dinero y las ansias de poder.
Y lo que aun era mucho más grave; cuando él se presentó allí, los líderes religiosos de la nación rehusaron reconocerle sus derechos. Los ladrones habían ocupado el mismo templo de Dios y no aceptaban al legítimo Rey.
Sin darse cuenta, ellos cumplieron con total exactitud el Salmo 118 con el que las multitudes le habían aclamado en su entrada:
(Sal 118:22) «La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo»
Jesús veía las terribles consecuencias que su actitud tendría sobre todos ellos y se lamentó desde lo profundo de su corazón:
(Lc 19:41-44) «Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, cuando tus enemigos te rodearán con vallado, y te sitiarán, y por todas partes te estrecharán, y te derribarán a tierra, y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.»
No había lugar para él en Jerusalén. Salvo la noche de su arresto y juicio, no pasó ni una noche en ella. En cambio se encontraba cómodo en la acogedora casa de María, Marta y Lázaro de Betania, así que se fue allí con los doce.
Pero al terminar este estudio debemos tener presente siempre en nuestras mentes y corazones que en cualquier momento el Rey va a regresar y comenzará por inspeccionar a los que somos su pueblo para ver si hemos dado el fruto esperado. Tomemos en serio sus advertencias para que no nos ocurra como al pueblo de Israel.