OBSTACULOS PARA LA ALABANZA

Incluso cuando la gente está persuadida de que la alabanza es bíblica, justa y apropiada, no siempre les resulta fácil empezar a alabar a Dios. Se han
dado muchas excusas a este respecto. La gente se dedica a explicar porque no pueden alabar a Dios. Algunos pretenden excusarse en base a su
disposición o temperamento. Alegan timidez o el hecho de que no son extrovertidos o que no exteriorizan lo que sienten.



El hecho es que la Biblia no excusa a nadie en este asunto. David dice,
«Todo lo que respira alabe al Señor» (Sal 150:6). Si usted respira, entonces tiene que alabar a Dios.
«Los muertos no alaban al Señor, ni ninguno de los que descienden al silencio» (Sal 115:17).

Existen algunos obstáculos definidos para la alabanza, a los que Dios desea que nos enfrentemos y venzamos. Nos aceptará ninguno de ellos como una razón válida para no alabarle.

1) Pecado: el pecado es el primer obstáculo para la alabanza. Esa es la
razón básica por la que los no convertidos no alaban a Dios. Es también una
razón de porque no lo hacen algunos cristianos. El pecado no confesado nos
inhibe delante de la presencia de Dios. No nos sentimos libres ni cómodos
en la presencia de Dios si somos conscientes de pecado no perdonado en
nuestra vida.

David dijo: «Si en mi corazón yo hubiera mirado la iniquidad (si yo
conociera el pecado en mi vida) el Señor no habría escuchado mi voz» (Sal
66:18). El pecado y la iniquidad nos separan de Dios (Is 59:2) y perdemos
cualquier tipo de comunión que hayamos disfrutado previamente con El. La
conciencia de pecado en nuestras vidas ata nuestra lengua delante del
Señor. La única cosa de la que nos sentimos libres de hablar con El es de
nuestro pecado.

Hay una repuesta muy obvia a este obstáculo: confiese el pecado a Dios y
acepte sinceramente Su perdón y limpieza de manera que pueda ser restaurada
una relación correcta con El y se libere el fluir de la alabanza (1 Jn 1:9).

2) Condenación: Aun cuando hayamos sido perdonados por el Señor, no siempre
resulta fácil aceptar ese perdón completamente, y mucho menos perdonarnos a
sí mismos. Muchos cristianos permanecen en condenación, a pesar de que Dios
les perdonó hace mucho tiempo.
Esto a menudo resulta en un sentimiento de indignidad (falta de dignidad).
La libertad para la adoración es inhibida. Tales cristianos tienen la
tendencia de «colgar las cabezas» ante la presencia de Dios. La sanción de
Su presencia hace que se sientan más indignos de la misericordia y gracia
que Dios ha obrado hacia ellos.

Esta clase de actitud a menudo procede de estar más conscientes de sí mismos
que de Dios. Si estamos examinando continuamente nuestros corazones con una
actitud negativa, buscando siempre faltas y debilidades, lo más natural es
que las encontremos. Nadie es perfecto. Esta inspección crítica de
nosotros mismos es poco saludable. Enfoca nuestra atención sobre el yo en
todo tiempo, en lugar de ponerla en Jesús.

La Biblia nos anima a «Poner los ojos en Jesús (que es) el autor y
consumador de la fe…» (He 12:2). Esto logrará al menos dos cosas.

Primera, retira nuestros pensamientos y nuestra atención de nosotros mismos
y le dirige hacia Jesús.

Segunda, cuanto más miramos a Jesús, pensamos en El, meditamos sobre El,
ocupamos nuestros pensamientos con El, más desearemos alabarle. Así,
comienza la alabanza – poniendo nuestro ojos en Jesús. Nuestra admiración y
aprecio hacia El aumentarán continuamente a medida que lo hacemos. Nuestra
conciencia de Su dignidad aumentará en nuestro ser, lo cual fomentará
pensamientos de alabanza y adoración hacia El.

3) Mundanalidad: Oliver Cromwell definió una vez «la mundanalidad» como
«todo aquello que enfría mi afecto por Jesucristo». La mundanalidad es lo
opuesto a la espiritualidad. Es la situación que prevalece cuando nuestras
mentes y pensamientos están centralizados en las cosas de este mundo más
bien que en las de Dios y las de Su Reino.

La gente con una mente mundana encuentra alabar a Dios extremadamente
embarazoso. Ofende su sentido carnal de la dignidad. La cura para este
problema radica en que nos concentremos cada vez más en Jesucristo. A
medida que nuestra conciencia y aprecio hacia El vaya en aumento, nuestra
mundanalidad irá disminuyendo en la misma proporción.

Uno de los síntomas de la mundanalidad es la obsesión por mantener la
dignidad y el decoro – una hiperconciencia del «qué dirán»- demasiada
preocupación por cuáles sean las reacciones de las personas. Nuestra
primera preocupación como cristianos es complacer al Señor. Esto no
siempre complace a la gente carnal. Si estamos demasiado preocupados con el
deseo de complacer a los hombres y ganar su aprobación, estaremos en peligro
de desagradar a Dios.

4) Un Concepto Equivocado de Dios. Constituye frecuentemente un fuerte
obstáculo para alabarle. Muchas personas tienen un punto de vista
totalmente negativo hacia Dios. Le ven como alguien que procura
constantemente sorprenderles en alguna falta, para luego
condenarlos -alguien que se opone a todo lo que ellos hacen. Sienten que es

muy difícil complacerle y disfrutar de Su aprobación. Ven a Dios como un
ogro que está dispuesto a impedir que la gente se diviertan de alguna
manera. ¿Cómo podría alguien pensar alabar a un Dios como ese?
La alabanza empieza a surgir en nuestros corazones solamente cuando tenemos
un concepto correcto de Dios. El Espíritu Santo tiene que mostrarnos a Dios
tal y como El es en realidad. La lectura de la Palabra de Dios es una cura
maravillosa frente a los conceptos equivocados relacionados con Su Persona.
No obstante, esto puede experimentarse únicamente cuando la permitimos que
Su Espíritu nos revele la verdad. Muchos lectores de la Biblia tienen sus
mentes cerradas a la verdad. Un conocimiento verdadero de Dios, se seguro
que nos guiará a la alabanza y adoración.

5) Tradiciones Religiosas: En los días de Cristo, muchos permitían que vanas
tradiciones de hombres se impusieran sobre la Palabra de Dios (Mt 15:6).
Desgraciadamente, hay muchas personas hoy en día que hacen lo mismo. Muchos
creyentes en Cristo se han criado en las llamadas tradiciones cristianas,
las cuales miran de reojo ala alabanza y adoración. Tales tradiciones
tildan la alabanza como simple emocionalismo.
Recuerde que la religión reprima, mas la redención libera». Las personas
aprisionadas por las tradiciones de los hombres frecuentemente tienen
conceptos equivocados de Dios, quien, desde su punto de vista negativo, es
un ser extremadamente negativo. Es completamente insensible, austero y
prohibitivo en lo que a lo emocional se refiere.

Los que creen en un Dios de tal naturaleza, se convierten en personas
insensibles. La cura para esta situación radica en poseer el valor
necesario para exponer intrépidamente las tradiciones a la luz de la Palabra
de Dios con un corazón sincero. Cuando el Espíritu Santo le revele el
error de su tradición, esté dispuesto a renunciar a ella y abrazarse a la
Palabra de Dios en su lugar.

6) El orgullo es un obstáculo más para la liberación de la alabanza. Este
es un problema muy difícil de tratar, pues somos negligentes en reconocer el
orgullo o arrogamiento que reside en nuestros corazones. Nuestro egoísmo
personal no nos los permite. Dios puede quebrantar tal orgullo y liberar
al prisionero.

El orgullo está muy interesado en la imagen que uno tiene de su propia
persona, que siempre desea que se piense bien de ella, que siempre desea ser
vista haciendo lo que se considera como lo correcto y apropiado.

7) Temor del Hombre: Proverbios 29:25 nos dice: «El temor del hombre pondrá
lazo…»

El miedo del hombre, de sus pensamientos y opiniones, crea un lazo real en
el que muchos han sido atrapados. «El temor de Jehová es el principio de la
sabiduría» (Pr 9:10). Si reverenciamos verdaderamente a Dios, nunca
deberíamos temer al hombre.

Siempre deberíamos buscar la manera de complacer a Dios en todas las cosas,
y es nuestro deber alabarle si deseamos lograr tal cosa. Si a los hombres
no les agrada esto, ese es su problema. Nunca permita que las opiniones de
ellos le inhiban o estorben su deseo e intención de dar a Dios la alabanza
que se le debe.

8) Supresión Satánica: Por último, llegamos al más serio de todos los
obstáculos, una supresión de la alabanza inspirada por Satanás.

Es difícil para nosotros comprender el odio profundo que Satanás siente
hacia Dios y cuánto aborrece escuchar a los cristianos alabándole.

Fue la envidia profundamente arraigada en el corazón de Satanás hacia Dios
lo que provocó su caída. En su arrogancia, se creyó mayor que Dios. Cada
vez que escucha a los creyentes alabando Su nombre, se llena de gran ira y
celos. Por consiguiente, el enemigo procura suprimir y desanimar toda
alabanza dirigida a Dios.

Cuando una persona está bajo el control directo de Satanás o uno de sus
demonios, se ha descubierto que tal individuo ni siquiera puede pronunciar
el hombre de Jesús. Cuando se le estimula para que lo haga, su garganta no
puede. La palabra no puede salir. Se ha notado que cuando el nombre de
Dios es pronunciado en la presencia de tal gente, los demonios que están en
su interior comienzan a encolerizarse. Satanás reacciona violentamente ante
la simple mención de ese Nombre. Sus víctimas, a veces, no podrán hablar,
se derrumbarán, maldecirán y blasfemarán. Así de violenta es su reacción
contra la alabanza a Dios o a Jesús.

Si alguna vez un cristiano percibe la influencia de cierta aversión hacia la
alabanza, deberá examinar su corazón con sinceridad y honestidad. Es su
deber orar a Dios para que le revuelva la naturaleza de su problema
espiritual, y qué cosa está restringido o bloqueando la fluidez de la
alabanza. Cuando esto haya sido descubierto, entonces el creyente deberá
sentir un sincero arrepentimiento, y apartarse del obstáculo al momento.
La persona debe disponer su corazón para que sea obediente a Dios y alabe Su
nombre.

Todavía parece imposible que fluya la alabanza, se deberá buscar ayuda de
alguna persona madura y con sensibilidad espiritual. Puede que haya una
supresión satánica en su vida la cual necesite ser quebrantada. Hasta que
algo de tal naturaleza no ocurra, la persona jamás podrá servir a Dios
adecuadamente.

La falta de capacidad para alabar y adorar a Dios es indicio de que existe
una rebelión en algún lugar. obviamente hay un problema básico del que hay
que ocuparse. Siga buscando a Dios hasta que venga la victoria, y Sus ríos
de alabanzas broten libremente de su interior.

Vemos en efesios 5:25-27, toda la gloria redentora de Cristo hacia la
Iglesia, se describe en términos pasados, dice que Cristo ya se entregó a
si mismo por ella, ya la purifico con la Palabra, no habla del futuro, ya
ocurrió en la cruz de Cristo.

El ingrediente mas importante de la Iglesia, indudablemente son las vidas de
los creyentes, a los cuales la Palabra los denomina: «cuerpo» y como somos
muchos, cada uno se constituye en un miembro en particular, sin importar la
función específica que desarrolle; todos son miembros, pero este concepto
aún es insuficiente, pues un número determinado de cristianos reunidos en un
mismo lugar, no son necesariamente Iglesia, aunque se denominen como tal,
pues para que sean verdaderamente Iglesia de Dios, es necesario que este
número de hermanos esté en un mismo espíritu, lo que quiere decir que el
cuerpo necesita de una cabeza.

En el evangelio según Mateo, aparece por primera vez en la Biblia el término
«EKKLESIA» o Iglesia (Mt.16:18), es preciso tener bien claro la relación
Iglesia-Reino de Dios. El Reino de Dios está presente aquí en la tierra para
seguir con esa confrontación con el reino de las tinieblas. En Mt. 11:12,
hallamos un verso que no siempre es bien interpretado: «desde los días de
Juan el bautista, el Reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo
conquistan por la fuerza», Podemos entender esto a la luz de escudriñar los
textos en griego, que nos saca a la luz lo siguiente: «El Reino de los
cielos sufre violencia», donde la traducción más probable dice: «que no
admite cobardías ni medias tintas, sino que exige coraje y determinación
rotundas»; y luego continúa «los violentos la arrebatan», otra traducción
es: «los violentos la conquistan por la fuerza», cuando dicen los violentos,
el griego expresa «esforzados». El Reino de los cielos irrumpe con violencia
espiritual y el entrar en el Reino implica estar expuesto a este conflicto y
requiere una firme determinación de aferrarnos a esa gracia de Dios.

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